Seguro que más de una vez alguien te ha recordado este refrán al quejarte por el mal comportamiento de un tercero. Tendemos a poner etiquetas enseguida a quienes nos molestan sin pensar cómo de justo es que lo hagamos. Desde hace un tiempo yo aplico otro que, además de ayudarme, creo que es mucho más acertado: «Piensa bien y serás feliz».
Y ¿por qué seré más feliz?
Imaginemos las típicas situaciones en las que muchos nos desquiciamos: Vamos conduciendo y un peatón empieza a cruzar la calle y lo hace taaan despacio… ¡con la prisa que tengo!; o el del coche de delante que conduce lento no, ¡lentísimo!, enseguida me sale un ¿dónde le habrán regalado el carnet de conducir?; o el conocido que no te saluda por la calle o la típica amiga que nunca te llama.
Imagino que estas situaciones, y muchas otras, te hacen soltar (de palabra o pensamiento) como a mí, un montón de improperios contra el susodicho y te amargan el día aunque sea por un rato.
El caso es que un día me vi en una de esas situaciones, solo que la persona que molestaba ¡era yo! No lo hacía a propósito, yo tenía mis motivos: estaba de mudanza y llevaba el coche hasta arriba de cosas delicadas que no quería que se golpearan por lo que no estaba dispuesta a pisar el acelerador aunque molestara al resto de conductores.
Y es curioso, porque al cabo de un tiempo, ¡otra vez! Iba con mi marido por la calle ensimismada en mis pensamientos cuando me dice: «¿Esa que acaba de pasar no es tu compañera de trabajo? Te ha saludado y has pasado…». Me quise morir…, ¡qué desastre! Y pasados unos meses, ¡otra vez! Los peques me esperaban en el coche mientras yo compraba el pan y me vi obligada a colarme… no podían estar mucho rato ellos solos…
El caso es que volvió a pasarme hace unos días, esta vez al cruzar la calle. Tras la estancia en el hospital las piernas no me respondían así que iba más lenta que nadie y no podía correr aunque quisiera…
Aquel día, por alguna razón, recordé cuántas veces había perdido la paciencia y pensado mal de quienes cruzan a ese ritmo hawaiano…, y también de las otras situaciones que me cabreaban, y me di cuenta de que muy probablemente quienes actuaban cuando yo me molestaba también tendrían sus motivos.
Desde entonces tiendo a buscar en mi cabeza mil motivos que den sentido a que la gente actúe de determinada forma, aunque a mí me resulte molesta o no la entienda: una enfermedad, un día malo, una preocupación, un despiste… ; me pongo en su lugar y enseguida sale algo. Os aseguro que, además de ahorrarme un buen enfado, evitan que ponga a parir a alguien que pueda estar pasándolo mal y me hacen crecer en paciencia, empatía y generosidad.
Y cuando ninguna razón me parece excusable… imagino por un momento que el o la desgraciada que me toca las narices es una buena amiga, mi madre o mi hija, y entonces me sale una sonrisa pícara y pienso: «esta granuja…».
No somos justos cuando exigimos a los demás ser perfectos y nos comprendemos sin embargo a nosotros mismos, o a quienes queremos, en situaciones parecidas. Como diría mi suegra, cada uno sabe lo que sabe, y no tenemos derecho a juzgar por qué otros actúan de una u otra manera.
Te animo a probarlo porque notarás enseguida los beneficios y, en cualquier caso, si estuviera equivocada tampoco tienes nada que perder, ¿no crees?
¡Espero vuestras experiencias en los comentarios! ¿Qué situaciones te cuesta más comprender?
Totalmente de acuerdo! Me ha encantado!! Creo que todos podemos vernos reflejados en cualquiera de esas situaciones y afrontarlo de la manera que dices seguro que nos haría más felices! Bravo Inés!
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Gracias Loreto! Qué bueno saber que te ha gustado 🙂
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Yo lo entiendo en la gente que llega tarde… algo habrá que siempre llega tarde.
Bueno también porque yo llego siempre tarde jejejeje
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Nos cuesta menos comprender aquello que a nosotros también nos pasa. Aunque cuando algo se convierte en hábito, y puede perjudicar a los demás, creo que merece la pena seguir intentando mejorar, aunque no siempre se consiga, no crees? Gracias por tu comentario!!
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Jajajaja, la verdad es que lo de pensar bien me viene a la cabeza un montón de veces… pero siempre llega el momento “explote” ante alguna situación que suele ser de estrés máximo. Pero me encanta lo de la actitud positiva. Espero estés mejor. Un abrazo.
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Jaja! Lo importante es la intención. Si no tiramos la toalla cada día aguantaremos mejor esos momentos de estrés! No tengo duda, poco a poco. Gracias por tu comentario María!
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Tenemos que intentar ponernos en lugar del otro y seguro que podemos ser mucho mas felices…aunque mi vecina cruce la calle con un carrito, la moto y el niño que empieza a caminar…otras veces soy yo la que voy así 😉
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Gracias Valentina, lo has resumido muy bien. Vivimos en sociedad, aunque a veces esta nos invite a pensar sólo en nuestros intereses. Si cada uno de nosotros es más amable con el de enfrente haremos entre todos un mundo más habitable. Hay que esforzarse un poco pero merece la pena.
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