No soy monja -es evidente- ni tampoco religiosa ni misionera: soy esposa y madre de familia, y esa es mi vocación. Pero desde que descubrí que Dios me quiere, que es mi Padre, y ¡con todo lo que Jesús me cuenta cada día a través del Evangelio!, quiero dedicar mi vida a Dios.
Pero, ¿cómo vas a vivir por y para Dios si con cuatro hijos no te queda ni un minuto libre para ti?
Pues precisamente ahí. Sí, sí, ahí: con esos cuatro hijos, mi marido, el trabajo, los amigos,…; esa es mi vida y ahí es donde a Dios le gusta encontrarse conmigo.
Es ahí, en medio de los deberes de mis hijos, de las cenas, las reuniones (porque también trabajo fuera de casa), las cenas con amigos, las riñas y las risas donde Dios quiere estar conmigo, y yo con Él.
Quizá suene un poco raro poder estar rezando mientras preparo un informe o hago la colada pero ¿no rezaban también la Virgen y San José? Ellos, como tú y como yo, eran padres de familia ocupados y era ahí donde estaban con Jesús.
Y no es tan difícil, de verdad. Dios es AMOR, el amor en todas sus dimensiones. Jesús está en mí y yo en Él cada vez que hago algo por los demás: una lavadora, comprar un regalo, rezar un avemaría, darle una vuelta a un email que suena borde y puede doler al remitente;
Cada vez que abrazo a mi marido, cada vez que les digo a mis hijos que les quiero, cada vez que voy con una amiga a tomar una cerveza o que descanso leyendo un libro.
No hace falta que sean cosas que nos cuestan para que Dios las disfrute con nosotros: Jesús quiere mi vida tal y como es, con sus momentos buenos -para celebrarlos conmigo- y con los malos, acercando su hombro para consolarme y transformar ese dolor en algo grande y con sentido.
Momentos especiales como una boda, una celebración o un retiro también le encantan pero sobre todo disfruta con mi día a día.
Y aunque es lo que quiero, a veces me vengo arriba y me pongo a hacerlo todo yo solita -sin Dios- y, entonces, me ahogo.
La «superwoman» se carga con la mochila de media humanidad y acaba estrellada.
Por eso, desde hace un tiempo, empiezo cada día con Jesús, con una oración que pone todo mi día en sus manos. Y así, aunque a ratos me despiste, poco a poco voy descubriéndole en los demás, en las cosas que me pasan, en mi día a día que es lo que yo quiero darle.
Hoy te animo a probarlo. Hay muchas oraciones: oh Señora Mía!, Sagrado Corazón de Jesús, «Jesús, José y María os doy el corazón y el alma mía, ayudadme a ser bueno en este día»,… y seguro que hay muchas más
No sólo santificarás tu día sino que además, poco a poco, irás notando su presencia en las cosas más cotidianas y ¡Dios es tan bueno, que con tu vida compartida con Él, hará grandes milagros!
¿Sabías que Dios te busca sobre todo ahí, en tu sitio? No quiere que te retires, ni que seas cura ni misionero: quiere que unas el cielo en la tierra dentro de tu corazón, en tu vida ordinaria.
Gracias Inés!!! Muchas Gracias!!! Me ha venido «al pelo» tu artículo! Tambien tengo cuatro niños pequeños y ahora de vacaciones siento una sensación de no parar con ellos!! (día y noche, tal cual!) Y la tentación de no ver/sentir a Dios igual. Pero Dios está ahí! Como dices, se le puede tener presente hasta en las cosas más básicas (que son miles!). Creo que la clave también es intentar estar alegres y sonreír mucho! Qué a veces cuesta….jeje.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por tu cariñoso comentario Marta!!! Me da mucha paz confirmar que no sólo me pasa a mí, jeje! Qué razón tienes con la alegría…, es fundamental en la familia!!! Gracias por recordármelo. Un abrazo
Me gustaMe gusta