Si os acordáis, el año pasado descubrimos un detalle de la Semana Santa que muchos desconocíamos hasta entonces. El hecho de que toda la Semana Santa es una misma Eucaristía de jueves a domingo (si no te acuerdas te dejo enlace para recordarlo).
Hoy es Jueves Santo. De niña siempre tenía que preguntar a mis padres qué pasaba ese día: si era el de las velas, el de lavar los pies o en el que no hay consagración, jeje; me liaba muchísimo pero ya por fin conseguí identificar con el lavatorio.
Básicamente porque de pequeña íbamos a una iglesia en la que el sacerdote se ponía de rodillas y con agua iba lavando los pies de varias personas imitando a Jesucristo, y a mí eso me impactaba mucho: visualizar a Jesús, ¡Dios todopoderoso!, limpiando los pies de aquellos pescadores…
Ahora llevamos zapatos y calcetines pero entonces iban todos con sandalias y las calles eran de tierra… ¡qué sucísimos estarían aquellos pies! Pero Jesús tenía sus motivos… aunque yo, como Pedro, no entendía nada y también me habría negado rotundamente, (soy de las burricas), pero al decir Jesús “lo entenderás más tarde” Pedro se dejó.
Pero oye, ¡que resulta que en el Jueves Santo pasan muchas más cosas! Hoy he aprendido algunos detalles más de este día que me han parecido preciosos. Quizá ya los conozcáis pero así os sirven para profundizarlos:
¿Qué pasa el Jueves Santo?
¡Pues muchas cosas! La última cena (primera Eucaristía), el lavatorio de los pies, la institución del Sacerdocio Ministerial, el mandamiento del amor, la traiciónalo de Judas, la oración en el huerto de los olivos …
Este año vamos a empezar por la que yo creía conocer en este día: el lavatorio de los pies porque hay mucho más que una limpieza de pies detrás de ese acontecimiento.
Jesús quiere mostrarnos con el lavatorio de humildad que el amor va unido al servicio: que una entrega enamorada no tiene límites; cuando hay amor nada es indigno. Jesús vino al mundo a servir, no a ser servido y a eso mismo nos llama a cada cristiano.
Con el lavatorio Jesús también quiere que entendamos la necesidad de la limpieza interior -del alma- antes de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo; limpieza que no es posible alcanzar si Él mismo no las lava con su Sangre. Nos confirma la necesidad del sacramento del perdón.
También recalca que quienes no tienen pecados mortales deben confesar con frecuencia sus faltas, por eso Jesús le dijo a Pedro “el que se ha bañado no necesita lavarse mas que los pies”. Pero necesita esa limpieza para poder estar cada día más cerca de Dios.
Y dejo para el final lo que más me ha impresionado: en el lavatorio de los pies, Cristo limpia nuestra suciedad con agua; en la Cruz lava con su Sangre nuestros pecados. No había otra forma de hacerlo, para eso vino Jesús al mundo, para servir y entregarse a la muerte para abrirnos las puertas del Cielo.
El jueves Santo tiene mucho más…el año que viene ¡seguiremos con otra cosa!
Bueno, ¡lo último!
El Jueves Santo celebramos la última cena ¡y también la primera Misa! Jesús se queda con nosotros en un trocito de pan para que podamos acudir a El, recibirle, adorarle, darle gracias… para mí es la prueba definitiva de lo mucho que nos quiere: ¡no se va, se queda ¡en un trocito de pan! por mí. ¡Cuánto me quieres, Jesús! Yo también te quiero a ti y no quiero dejarte solo estos días de la Semana Santa.