Ya sabéis que para mí la familia es uno de los pilares de mi vida y, por eso, procuro aprender y dejarme aconsejar por otros para identificar -y rectificar cuanto antes- si la crisis matrimonial se acerca o saber cómo salir de ella cuando ya estamos dentro.
El caso es que hemos empezado un curso sobre matrimonio que imparte un experto en familia y estoy impresionada. Os iré contando cosillas porque nos está gustando mucho.
En la sesión del otro día, enumeró las 10 razones por las que más discuten los matrimonios, y una de ellas era la que os voy a contar hoy, empiezo con esta porque creo que es la que más fácilmente puede pasarnos desapercibida a cualquiera de nosotros.
Las relaciones son como un campo de batalla. Cuando estamos cara a cara, los roces complican la convivencia y es fácil que salgan chispas (a veces incluso auténticos incendios): hay que tomar decisiones juntos, ceder, estar pendiente de los demás,…
Pero, por suerte, también tenemos «trincheras»: esos ratos o cosas de la vida que hacemos sólo nosotros y que nos relajan. Puede ser desde leer, hasta el trabajo, los amigos, el deporte, …
Son cosas que no son malas en sí mismas. Esas trincheras, nos permiten desahogarnos un rato, ahondar en nosotros mismos, estar a «nuestra bola», descansar, …
Entonces, ¿dónde está el problema?
Pues viene a aparecer cuando estamos tan a gustito en la trinchera, que apenas salimos al «campo de batalla». Y entonces, nos vamos separando de nuestra pareja porque esa trinchera se hace cada vez más y más honda.
De manera que puede que un día no tengamos ya ni fuerzas para salir porque, entre otras cosas, apenas conoceremos al que está ahí arriba.
Cuando las conversaciones son siempre en torno a los hijos, la logística, los vecinos o las facturas: alerta. Cuando las relaciones sexuales se distancian en el tiempo sin motivo: ojo. Cuando estamos a gusto, nos llevamos bien, pero no hay intimidad, caricias, detalles con el otro: cuidado. Cuando pasamos mucho tiempo con el móvil, el ordenador, la tablet, la tv,…: atentos.
Y es que es taaaan fácil meterse uno en la trinchera y no salir nunca… Porque, ¡claro que quieres a tu marido o a tu mujer!, pero nos queremos más a nosotros mismos y ahí metiditos se hace siempre lo que a nosotros nos da la gana, sin tener que consensuar ni discutir, ni dar explicaciones a nadie por nada.
Y, lo creamos o no, ahí dentro no vamos a ser felices, porque querernos -aunque canse- es maravilloso. Y cuidarnos entre todos, es precioso, aunque también canse. Porque es lo que nosotros libremente hemos elegido: lo que queremos para nuestras vidas, una familia.
Así que os invito a hacer examen, -yo la primera-, y ver si nuestra trinchera tiene el tamaño correcto o estamos cada vez más tiempo en ella. Porque sólo si aprendemos a detectar los problemas, podremos ponerles soluciones. Y así, mantener nuestro matrimonio fuerte y sano.
¿Eras consciente de que existía esa trinchera? ¡Yo estoy flipando! ¿No os parece muy sutil la forma de alejarnos entre nosotros, sin apenas darnos cuenta? Realmente el amor es más frágil de lo que pensamos, y si no se aviva cada día acaba muriendo, ¿qué os parece?
Qué rabia haberme perdido la primera sesión! El resto no me las pierdo!!!! Meditaré sobre la trinchera… totalmente cierto lo que escribes. Un abrazo!
Me gustaLe gusta a 1 persona