Una de las primeras situaciones de “incertidumbre” que viví como madre fue qué hacer con los cumpleaños de mis hijos y las fiestas a las que les invitaban. No me había planteado que este tema pudiera dar de sí, más allá de unos caramelos o un bizcocho, pero resultó ser importante. Os explico el porqué:
Me levanto una mañana y me veo metida en un grupo de WhatsApp, lleno de números desconocidos y con más de 80 mensajes sin leer; vi entre líneas: “regalo”+“conjunto”+“10€”.
No entendía nada, porque era el quinto cumpleaños del curso y en ninguno había existido esa propuesta. Me parecía un regalo desproporcionado para un cumpleañero de 1° Infantil. Necesitaba pensarlo y hablarlo con mi marido.
Creedme que lo más cómodo habría sido pagar y olvidarme del tema, pero algo me decía que no, que esa pequeña decisión era más importante de lo que parecía; educar en valores no es fácil, sobre todo porque -como mejor se aprende- es haciendo y no siempre surgen ocasiones para ponerlo en práctica.
¡Cuántas veces había escuchado -y dicho- que lo importante no son los regalos sino estar con los amigos! ¿Era una frase hecha o realmente lo creía?, ¿dónde quedaba la coherencia entre lo que decía y hacía?
Los hechos valen mucho más que las palabras y aquello podía servir para transmitir a nuestra hija valores tan importantes como dedicar tiempo a los demás, evitar consumismo, cuidar el planeta, ser agradecido, el valor del esfuerzo,…
El tiempo me ha enseñado que vivir con coherencia mis principios, por mucho que conlleve críticas, presión o quebraderos de cabeza, siempre es la mejor opción. Los padres somos el mayor ejemplo para nuestros hijos, sobre todo cuando son pequeños, y cada paso que damos deja una enseñanza en sus corazones.
Cuando te invitan a un cumpleaños, lo único importante es el niño que lo celebra y podemos agradecerle la invitación dedicando tiempo e imaginación para sorprenderle en su día con un regalo único. De chiquitines un dibujo, después papiroflexia y ahora, que son más mayores, cosas más personalizadas.
A ellos se les agranda el corazón, pues descubren la alegría de darse a los demás aunque suponga esfuerzo; y a los que lo reciben les hace mucha ilusión tener un regalo especial y diferente.
Obviamente, no habría pasado nada si hubiéramos optado por los 10€, pero habríamos desaprovechado una preciosa ocasión para vivir lo que “predicamos en casa” y que los niños pudieran entenderlo mejor.
Hay mil maneras de educar y, la mayoría son muy respetables, así que sería genial si os animarais a compartir vuestras experiencias, anécdotas, ¡lo que queráis!.
Y, ¡ojo!, que lo que vale para un hijo no siempre sirve para otro.