Educar en valores. Cumpleaños, regalos, fiestas, … ¿dónde está el límite?

Una de las primeras situaciones de “incertidumbre” que viví como madre fue qué hacer con los cumpleaños de mis hijos y las fiestas a las que les invitaban. No me había planteado que este tema pudiera dar de sí, más allá de unos caramelos o un bizcocho, pero resultó ser importante. Os explico el porqué:

Me levanto una mañana y me veo metida en un grupo de WhatsApp, lleno de números desconocidos y con más de 80 mensajes sin leer; vi entre líneas: “regalo”+“conjunto”+“10€”.

No entendía nada, porque era el quinto cumpleaños del curso y en ninguno había existido esa propuesta. Me parecía un regalo desproporcionado para un cumpleañero de 1° Infantil. Necesitaba pensarlo y hablarlo con mi marido.

Creedme que lo más cómodo habría sido pagar y olvidarme del tema, pero algo me decía que no, que esa pequeña decisión era más importante de lo que parecía; educar en valores no es fácil, sobre todo porque -como mejor se aprende- es haciendo y no siempre surgen ocasiones para ponerlo en práctica.

¡Cuántas veces había escuchado -y dicho- que lo importante no son los regalos sino estar con los amigos! ¿Era una frase hecha o realmente lo creía?, ¿dónde quedaba la coherencia entre lo que decía y hacía?

Los hechos valen mucho más que las palabras y aquello podía servir para transmitir a nuestra hija valores tan importantes como dedicar tiempo a los demás, evitar consumismo, cuidar el planeta, ser agradecido, el valor del esfuerzo,…

El tiempo me ha enseñado que vivir con coherencia mis principios, por mucho que conlleve críticas, presión o quebraderos de cabeza, siempre es la mejor opción. Los padres somos el mayor ejemplo para nuestros hijos, sobre todo cuando son pequeños, y cada paso que damos deja una enseñanza en sus corazones.

Cuando te invitan a un cumpleaños, lo único importante es el niño que lo celebra y podemos agradecerle la invitación dedicando tiempo e imaginación para sorprenderle en su día con un regalo único. De chiquitines un dibujo, después papiroflexia y ahora, que son más mayores, cosas más personalizadas.

Regalo de mi hija de 7 a su amiga
En el interior puso una pulsera de hilos hecha por ella (con ayuda de sus hermanos)

A ellos se les agranda el corazón, pues descubren la alegría de darse a los demás aunque suponga esfuerzo; y a los que lo reciben les hace mucha ilusión tener un regalo especial y diferente.

Obviamente, no habría pasado nada si hubiéramos optado por los 10€, pero habríamos desaprovechado una preciosa ocasión para vivir lo que “predicamos en casa” y que los niños pudieran entenderlo mejor.

Hay mil maneras de educar y, la mayoría son muy respetables, así que sería genial si os animarais a compartir vuestras experiencias, anécdotas, ¡lo que queráis!.

Y, ¡ojo!, que lo que vale para un hijo no siempre sirve para otro.

Quiérete por quien eres, no por cómo eres

Como ya os conté hace unas semanas tengo depresión, una enfermedad mental bastante puñetera porque es muy difícil de aceptar incluso para el paciente (así que no digamos para sus familiares y amigos).

En aquella ocasión me centré más en los síntomas de la depresión, en lo que esta enfermedad provoca en la persona y “gracias” a las cuales se puede diagnosticar y tratar correctamente con la farmacología correspondiente.

Básicamente lo que serían unas placas de pus en la garganta para saber que tienes amigdalitis y necesitas tomar un antibiótico concreto.

Hoy me voy a centrar más en una de las consecuencias que conlleva el vivir con esta enfermedad. Sólo llevo un año con depresión (para algunos será una barbaridad, para otros seré una novata, es lo de menos).

La cuestión es que la depresión te cambia, no sólo psicológicamente sino también físicamente (o al menos a mí). Bueno, en realidad no es tanto la enfermedad como los efectos secundarios de la medicación, que al fin y al cabo para el paciente acaban siendo lo mismo.

Una de las cosas que más me están costando es el aspecto físico. Engordar diez kilos en un mes es algo que no me había pasado nunca y que además me preocupa porque me afecta al dolor de espalda y a la Fibromialgia. Pero siendo sinceros, me cuesta porque nunca me he visto tan potoli y no me gusta verme así.

Mi aspecto físico estaba empezando a desanimarme, a autorechazar en parte mi persona. Obviamente, cuando dejas de gustarte, el carácter se amarga y estaba muy irascible, súper impaciente con los peques y de muy mala leche a todas horas.

No sabía que era por eso. Lo achacaba más a no poder volver al trabajo como todo el mundo, a ver que la vida de quienes me rodean avanza y la mía lleva estancada cuatro años. Pero no. No era por eso.

Era porque la ropa que me compré en rebajas en julio para verme bien ya no me vale, porque me veo en el espejo del portal (tengo la mala suerte de que tooooda la pared del portal es un espejo) y me veo inmensa.

Porque el chubasquero que el año pasado me quedaba gigante, ahora no me abrocha. Y eso me cabrea y mucho. “¡Quiero volver a ser yo!”, le decía esta tarde a Jesús con un poco de reproche mientras charlábamos un rato en la capilla de la Adoración Perpetua, «¡casi no me reconozco!», me quejaba.

Y entonces, una vez más me ha dejado verme con sus ojos:

“No te gustas porque te fijas en el exterior. Olvidas que lo mejor de ti está dentro de tu corazón y eso no ha cambiado con los kilos. Estás olvidando tu corazón, el inmenso corazón que Yo te he dado”.

¡Toma ya! ¡Qué razón más grande! Las personas no somos mejores o peores por nuestro aspecto sino por nuestro interior, solo que a veces se nos olvida porque -para qué engañarnos -a todos nos gusta vernos estupendos.

Después de mi ratito con Jesús mi perspectiva ha cambiado. Ahora veo que por alguna razón (que sólo Dios sabe) debo ser mejor instrumento para Él con estos michelines de más. Y realmente ya me ha servido para algo: para descubrir que debo quererme por quien soy, no por cómo soy.

Y esto vale para el sobrepeso pero también para cualquier parte de nuestro cuerpo que no nos guste: alopecia, granos, gafas, muletas, nariz, silla de ruedas o lo que sea: lo de fuera no es lo que nos define, nuestro ser está en el interior y sólo depende de nosotros que sea maravilloso o una megde pinchada en un palo.

Hoy me animo a mí y hago el propósito -mirando a Jesús, para que me eche una mano, porque sé que me va a costar- hago el firme propósito de centrarme en mi interior, en mis virtudes (para compartirlas con el mundo) y en mis defectos (para con la ayuda de Dios ir rectificándolos).

Estoy contenta, y por eso quería compartir con vosotros este momento difícil, porque quizá haya alguien que tampoco se vea bien, que no se guste externamente y no se haya dado cuenta como yo de que lo importante va por dentro.
Os puede parecer una chorrada pesar más o menos, pero a mí me afectaba; lo importante es que ahora tú busques qué hay en tu vida que te esclaviza y no te deja centrarte en quién eres, en lugar de en cómo eres.

Es el momento de pararse y pensar en lo mucho que vales y en qué o cómo puedes utilizar esos dones maravillosos que Dios te ha dado para servir a los demás y dejar de lado a “ese” que quiere ser el centro de tus pensamientos a toda costa…

¡A por ello! Apoyadme con vuestra oración y contad con la mía para cada uno de vosotros, vuestras preocupaciones y alegrías. ¡Hasta pronto!

¡Nadie te ha pedido que lo hagas!

Empatizo mucho en las discusiones con quien recibe como respuesta en mitad de la pelea: «nadie te ha pedido que lo hagas». Siempre me sale de forma automática un reproche hacia quien la dice porque me resulta poco agradecida, ¡encima de que lo ha hecho!

Pero hoy he descubierto que me equivocaba. Son muchas las veces que por intentar hacer el bien sobrepasamos los límites de la libertad y el espacio de los demás.

Ha sido leyendo el Evangelio (Marcos 6, 53-56). He visualizado perfectamente la escena: Jesús está cansado, ¡lleva meses predicando! y la gente no deja de agolparse a su alrededor para tocarle el manto y quedar sanos.

A mí la escena me agobia. No me gustan las multitudes y mi afán de ayudar me lleva a ponerme cual sargento a organizar a la gente; a mantener una fila ordenada, en la que Jesús tenga algo de espacio, un rato para que pueda comer y descansar… (lo que yo querría para mí, vamos).

Pero de repente me doy cuenta de que se me ha olvidado un pequeño detalle: yo no soy Jesús. Y al mirarle veo que tiene una sonrisa de oreja a oreja, que Él disfruta con cada una de esas personas y las va llamando por sus nombres; las mira con cariño y se deshace en ternura.

Y entonces veo que me mira a mí. Y su mirada desprende compasión. Me ve agobiada, intentando que no le atosiguen, que le dejen un rato en paz pero Él no quiere eso, ¡nadie me ha pedido que haga eso! Jesús quiere que yo disfrute junto a Él, pero yo estoy a lo mío.

Y entonces, ha dicho también mi nombre. Quiere que cante de alegría con los que ya se han curado, que alce mi voz y grite: «Gloria a Dios». Que me una a la fiesta.

Ahora me doy cuenta de que es exactamente lo que me pasa cada día de mi vida aquí en la tierra. Que me enfado con esta hija porque deja la mochila tirada, y con el otro porque no se mete en la ducha o no hace la tarea, …

Y Jesús me mira y me dice: ¡disfrútalos, que crecen muy deprisa!

51efb8ee-b0d6-48b6-b0bd-e699f5a59f92

Qué razón tienes… ahora sólo quiero sonreír, dar gloria a Dios porque han llegado del colegio y puedo estar con ellos un día más. Y les corrijo con cariño mientras les acompaño y me cuentan las cosas que han pasado hoy en el cole.

Ahora el desorden me da igual, y si no da tiempo a limpiar, tampoco importa porque la sonrisa que tienen de que en casa haya alegría no tiene precio.

Y termina el día, y estoy cansada; cansada pero feliz porque me he centrado en lo que Tú, Jesús, querías para mí: que DISFRUTARA de la fiesta, de esta vida que me has regalado.

Pero como la cabra siempre tira al monte… hoy me pongo a tus pies, Jesús, y te pido con todo mi corazón, con toda mi alma y con todo mi ser, que me enseñes a disfrutar, a vivir la vida como Tú la pensaste y no como yo me empeño en (mal)vivirla.

¿Os ha pasado alguna vez algo del estilo? ¿Qué cosas o trucos os han ayudado a superarlo?

Los posts más leídos en 2019

Último día del año y toca hacer balance… como imagino que los números os dan igual, he pensado que quizá sí os interese saber qué posts han tenido mejor acogida durante este año.

Aprovecho esta entrada, la última de 2019, para daros las gracias de corazón a todos los que me seguís, leéis lo que escribo, me escribís, me escucháis cuando estoy más petarda, …

¡Gracias!, porque sin vosotros no existiría @familiaymas, que además de ayudarme a poner lo importante de la vida en su sitio, también me ha facilitado teneros cerca a cada uno.

¡Incluso me ha regalado nuevas amistades!

Por eso gracias. Por todas las veces que has escrito un comentario (público o privado) porque me ha llenado de alegría saber que te ha servido. También gracias por las críticas positivas, por las ideas para nuevos posts, por compartirlo con vuestros familiares y amigos.

Porque esta familia va creciendo y, con ella, confío en que también crezca la esperanza en la familia, en el matrimonio, en la importancia de los valores, de la educación, del respeto y la autocrítica.

Y por supuesto, os deseo de corazón que cada una de las palabras que escribo os acerquen a Dios porque es el mayor de mis tesoros y sería muy egoísta si no lo compartiera con vosotros. Mi Dios, mi Jesús y mi todo.

Ha habido días en los que escribir salía sólo y otros en los que parecía misión imposible, pero con vosotros y por vosotros: ¡ha merecido la pena! Gracias de corazón por todo vuestro cariño y apoyo, tanto con el blog como con el comentario de cada día en el grupo de whatsapp #quenosdicehoyjesús

Enlace para unirse al grupo de whatsapp quenosdicehoyjesúsSi quieres unirte, ¡haz clic en la imagen!

Y ahí va la lista de los mejores posts de 2019, los post más leídos de este año:

1. Diez preguntas que pondrán a prueba tu generosidad

2. Gracias Iñaki por acercarnos el cielo a la tierra

3. Las relaciones sexuales, un problema para muchos matrimonios

4. Dios nos ha escuchado

5. Hoy lo mandaría todo a tomar viento

6. Cómo ofrecer a Dios el dolor y el sufrimiento

7. 5 ideas para vivir el Adviento en familia

8. Mírate con mis ojos. Amor del bueno

9. La puta a la que pagas se siente violada

10. Semana Santa: un detalle que te gustará

Y a ti, ¿cuál ha sido el post que más te ha gustado durante el 2019? ¿Hay algún tema que te preocupe? ¿Algo sobre lo que quieras que escriba?

¡Es momento de escribir tu carta a los Reyes Magos!

Y de compartir todo lo que durante este año te haya ayudado a ser mejor persona.

¡Feliz 2020!

¿Qué es la confianza en el matrimonio?

«Confianza es cerrar los ojos y dejarte caer sabiendo que la otra persona siempre estará ahí para recogerte». Eso pensaba yo cuando me casé.

Ya llevamos doce años juntos y veo que el concepto ha ido cambiando: ¿Por qué dejarse caer? ¿No será cuando me caiga? Y si es el otro quién tropieza, ¿estaré yo para recogerle? ¿Hablamos sólo de fidelidad o la confianza engloba a la persona?

Lo que está claro es que la confianza entre los esposos es la base de un matrimonio feliz.

«Confianza es cerrar los ojos y dejarte caer sabiendo que la otra persona siempre estará ahí para recogerte». Eso pensaba yo cuando me casé.

¿Y qué pasa si un día te dejas caer y le pillas ocupado? ¿Ya no podrás confiar en él?

¡Uy! ¡Pues anda que no habrá veces en las que eso pase! Y no significará que no puedas confiar en él o en ella nunca más, simplemente será que vuestras vidas están ajetreadas y que en ese momento no estaba ahí.

Que quizá ya no seáis dos y ahora haya hijos, padres, amigos, vecinos, …; o tal vez el problema esté en que tu concepto de la confianza no estaba del todo bien entendido.

Quiero decir:

Dejarse caer… demuestra poca confianza. Otra cosa es que cuando caigas el otro esté a tu lado, o que si no lo está, podáis hablarlo para que sepa que te has caído y le necesitas para levantarte (a veces no lo vemos por mucho que amemos a nuestro cónyuge).

Confianza es saber que al cerrar los ojos la otra persona seguirá ahí, quizá no físicamente pero siempre con su corazón. Que tú serás siempre su prioridad, aunque a veces no pueda demostrártelo tanto como quisiera.

Confianza es saber que si el otro tarda, no es por fastidiar, sino porque no sabe -o no ha podido-hacerlo más rápido. O que si no se levanta por las noches, cuando llora el peque, lo hace porque no se entera, o porque se siente incapaz de moverse de la cama.

Y ¡claro que esa pereza no es buena en sí misma!; si se repite a menudo y crees que debería esforzarse más es bueno que se lo digas, pero no con reproche sino con cariño. No pensando en tu beneficio sino en el nosotros.

Confianza es no dudar cuando tu pareja se va de viaje por trabajo o llega tarde por las noches. Si todo lo demás está en orden, ¡no está siendo infiel!

Confianza es saber que la otra persona hace lo que puede. ¿Que quizá podría hacerlo mejor? ¡También tú! Aquí perfectos no somos ninguno.

Confianza es poder hablar de todo y de nada. Sin miedo, sin vergüenza, sin ofender, sin juzgar.

Confianza es no poner a prueba al otro para ver si da la talla. No necesitar saberlo todo (con quién está o con quién habla, qué hace o dónde está) porque sabes que si no te lo cuenta es porque no es relevante.

Confianza es poder compartir una preocupación, una situación, una enfermedad, … y encontrar apoyo, comprensión y cariño en la otra persona.

Confianza es también saber que cuando me equivoque, quien me quiere me corregirá con cariño, me abrirá los ojos y no me juzgará.

Confianza es conocimiento, es amor, es abandono.

Un matrimonio sin confianza es como un árbol sin raíces: no tiene dónde sostenerse y acaba rompiéndose.

Por eso los novios deben plantearse si conocen y confían en el otro hasta el punto de estar dispuestos a poner la mano en el fuego por ellos. Sabiendo que errarán, una y mil veces, pero que siempre será con buena voluntad y buscando querer al otro con un amor más pleno.

Que se esforzarán día tras día en conocer y comprender al otro, aunque a veces no se entiendan; en definitiva: que desean con todo su corazón un «nosotros», más que un «yo».

¿Qué es para ti la confianza?

Cómo evitar conflictos entre hermanos de diferentes edades

¿Te ha pasado alguna vez que el hermano mayor no pueda oír la palabra «parque» y que la pequeña sólo quiera subirse a los columpios?

Bueno, pues parece que los míos van creciendo y empiezan a aparecer los conflictos propios entre hermanos de diferentes edades, que hasta ahora no notábamos.

Os cuento esto porque el otro día estaba agotada -y las niñas también-, así que cuando dije que nos íbamos al parque se montó la de san Quintín en mi casa, ja,ja! Era incapaz de pensar en una solución que preservara la paz familiar.

Y lo peor es ¡que las dos tenían razón! Es lógico con dos añitos te vuelvan loca los columpios y que con diez te aburran soberanamente… pero claro, estaba yo sola y ¡no puedo dividirme!

Y es que yo lo de los gritos y berrinches no lo llevo nada bien, así que -gracias a Dios- antes de dar rienda suelta a mi ira se encendió una bombillita por ahí y me acordé de: ¡las super mamis de Instagram!

Para los que no sabéis de qué estoy hablando, Instagram, además de ser una red social en la que compartir fotos, es un sitio ideal para compartir experiencias, conocer gente maravillosa y aprender las mejores lecciones de vida y todo a través de una pantalla.

Así que allá que fui. Me metí en los stories y lancé la pregunta -rogando al cielo que alguien contestara para no comerme a mis hijas:

SOS: ¿qué hago si la mayor no quiere parque y la peque no pide otra cosa?

Oye: ¡cuestión de segundos!, ¡qué maravilla!!! Mira que critico veces el peligro que tienen -por el mal uso que les damos- las redes sociales… pues he de reconocer que esta vez: de quitarse el sombrero.

Todas dieron en el clavo: pongo la mano en el fuego de que ¡voilà!, ¡funcionó! Os prometo que no me lo creía…

Tenía a la peque gritando cual bestia parda en mi oreja desde hacía más de veinte minutos, leí el comentario y con muy pocas esperanzas lo apliqué: MANO DE SANTO

En serio, era para haberlo grabado: dejó de gritar y todo le pareció estupendo. Se puso a jugar y a otra cosa mariposa ¡y tiene dos años!

Así que hoy os voy a compartir los super consejos de las instamamis más guays del universo, porque no tengo forma más grande para hacerles llegar lo agradecidísima que estoy de que me contestaran y me ayudaran tanto:

@miyoymitu: «Yo lo plantearía como un “juego”. Hoy escoges tú y mañana la otra. Así es la excusa perfecta para educarles en el saber ceder, y en saber gestionar la frustración. Si al acabar el plan la que no estaba en su salsa recibe una felicitación por tu parte se sentirá orgullosa y feliz de ver que ha sido capaz de divertirse y de hacer feliz a su hermana!

De verdad los niños nos sorprenden y verás que rápido cogen el ritmo de aprender que a veces toca ceder y no pasa nada.»

MANO DE SANTO. A mis niñas les encantó y cesaron los lloros y gritos en cuestión de segundos.

@nazagprada: «Búscale una amiga a la mayor y bajarán al parque tan a gusto, o cada día a un sitio»

@lorena_m.d.c: «Jajajaja ir a un parque en el que haya una heladería. Invitas a la mayor a helado mientras la peque juega. Así aprovechas y habláis de vuestras cosas 😉.

Si no hay heladería, unas chuches. Yo le llamo plan de chicas y les encanta. Así sin querer, mientras hacéis plan de chicas, pasas por un parque y lo que surja 😂»

@et_sub: «Llevarlas al parque. La mayor con un libro… 😉»

@elmundodowndematias: «Intentamos hacerles entender que hay que ir a sitios para todos aunque no les guste, es difícil, pero al final llegan a entenderlo y pasárselo bien

GRACIAS DE TODO CORAZÓN a todas las que me contestasteis porque sin daros cuenta, sólo con responder, animasteis a esta mami que no podía con su alma. Y pondré todos los consejos en práctica porque me parecieron geniales (y el verano es muuy largo, jeje).

Moraleja: aunque creas que tu consejo de poco vale, no lo dejes pasar y arrima el hombro, sonríe o dale a me gusta a esa frase que te ha conmovido.

Porque somos humanos y es en los detalles pequeños donde logramos sacar lo mejor de los demás, ¡sobre todo en los momentos más difíciles!

A todos los hombres de corazón grande y generoso

En el día del padre, día de san José, un gracias a todos los hombres que con su vida generosa, paciente, humilde, servicial,… dan ejemplo de lo maravilloso que es el ser humano

Hoy estoy muy cansada, poco inspirada y sin muchas fuerzas para nada, pero quiero escribiros en este día tan bonito, el día del padre, porque os lo merecéis y sé que debo hacerlo, ¡a pesar de la migraña!

Así que me pongo más que nunca en manos de Jesús para que con mi torpe cabeza se sirva una vez más de mí para tocar vuestros corazones.

Y es que hoy quiero agradecer de corazón la buena labor de tantos y tantos hombres, padres de familia, esposos, hermanos, sacerdotes, religiosos, hijos, abuelos, primos y vecinos.

Porque son muchos, muchísimos hombres, los que con su buen hacer van cambiando nuestra sociedad y nuestros corazones.

Los que se despiertan de madrugada para preparar a sus niños y llevarlos al colegio; o quizá para dar la primera misa a sus feligreses. Otros para cuidar a una madre, una hermana, una hija cansada o enferma.

Y es que sí. En esta sociedad cada vez hay más hombres admirables con un corazón grande como el mar. Un corazón que se da a los que quiere, a los que tiene a su alrededor.

Hombres que, con sus limitaciones, hacen bien su trabajo; no para promocionarse -que sería también lícito- sino porque creen de verdad en la importancia del trabajo bien hecho, con amor, por los demás. Porque al final del día ofrecen a Dios humildemente su labor.

Porque saben que todo lo que son y lo que tienen viene de un Padre que les quiere y les cuida, que sólo busca su amor: que se entreguen a los demás con espíritu limpio. Sin esperar nada a cambio, sin rencores ni reproches.

Hombres generosos, de mirada limpia; pacientes, cariñosos, comprensibles, fieles, humildes, serviciales,… hombres que me recuerdan más a San José que a los que frecuentan las pantallas de televisión.

Hoy os lanzo un gracias desde lo más profundo de mi corazón porque para algunos no es fácil. En ciertos ambientes ser quien se levanta por las noches a atender a sus hijos o el que no sale de cañas porque su mujer está cansada se califica muy negativamente.

Cuando en realidad, y ellos mismos deberían saberlo, son heroicos. Muchos han nacido y se han criado en una sociedad machista, en la que su madre no les dejaba hacer ni su cama. Pero han aprendido a salir de esa comodidad porque querían agrandar su corazón, y lo han conseguido.

Hoy es un día de acción de gracias, por todos los hombres que cada día os dais con generosidad a los demás, sin exigencias, con comprensión. Servicialmente, sin creeros más que los demás por ello.

Por eso os animo a pensar en los que están cerca de vosotros; en los que, aunque seguro que a veces se equivocan, tienen un corazón limpio y grande. Y os animo a dedicarles unas palabras (puedes reenviarles las mías 😉).

Hoy pienso en ellos y doy gracias a Dios por ponerlos en mi vida, por poder ver en ellos la grandeza del ser humano.

Por todo esto, y mucho más -que no cabe en un post hoy os digo: GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.

¡Y feliz día del padre a los que os toque!

Educar en positivo: juego de puntos

Hace unos días decidimos poner en marcha una idea que nos contaron unos amigos y que en su casa había funcionado muy bien toda la vida, con la intención de acabar para siempre con los gritos en casa.

Consiste en montar un juego en el que cada acción suma puntos y al final de la semana, estos puntos, son canjeables por cosas, actividades, etc

Ya veis cómo ha quedado nuestro plan de acción, es algo sencillo y rápido de hacer y, al menos de momento, están muy motivados y en casa se respira un ambiente más tranquilo.

Además, fuera de generar competitividad entre ellos he alucinado con cómo se preocupan unos de otros de que todos sumen puntos. Me ha emocionado ver lo buenos que son entre ellos.

Nuestras acciones a día de hoy son cosas que les cuesta más o menos hacer pero que, o tienen que hacer y no les apetece nunca, o puede ayudarles a hacerlo mejor, incluso a responsabilizarse y ser conscientes de las tareas en las que pueden colaborar ya en casa.

Por ejemplo, cosas que les cuestan y que tienen que hacer: sentarse a hacer los deberes, tocar el instrumento, dejar su ropa recogida, hacer su cama, estar callados en la cama,…

Hay otras cosas que hacían de vez en cuando pero que creemos que pueden hacer más a menudo y colaborar en el día a día familiar: poner la mesa, recoger su plato, meter en el lavaplatos, …

Y luego están las cosas que restan puntos (estas no les gustan nada, jaja), son las que no contribuyen a la armonía familiar: gritar, pegar, ser caprichoso, decir que «no»,…

Ya veis que la puntuación va en función de lo que sabemos que les supone más o menos esfuerzo hacerlo, ¡y hay que ser generosos!; al final del día los sumamos y van aumentando su puntuación a lo largo de la semana.

Hay otro panel en el que ponemos «el precio» de cada cosa:

Una chuche (25 puntos); un chicle o chupachus (50 puntos); un cromo, stack o pegatina (50 puntos); 30 minutos de TV (100 puntos); 30 minutos para jugar en pantallas (200 puntos); aperitivo el domingo (300 puntos); comer fuera (700 puntos); invitar a un amigo a casa (1000 puntos); ir a casa de un amigo a jugar (2000 puntos); pizza cena (1000 puntos); elegir peli (300 puntos); ir al cine (5000); un libro nuevo (300 puntos), …

Y lo bueno que tiene es que pueden sumar puntos entre todos para hacer un plan familiar (véase un cine, una excursión, comer por ahí,…). Ya iré ajustando las puntuaciones si veo que lo consiguen todo, jaja; pero en el fondo se trata de echarles una mano en las «obligaciones» cotidianas; seguirán teniendo más o menos lo mismo solo que habrán contribuido a conseguirlo.

¿Qué os parece?, ¿os animáis a hacerlo en vuestras casas? ¿Alguna recomendación? Gracias y ¡feliz semana!

Estoy harta de pedir perdón siempre yo

Cada vez que nos enfadamos soy yo la que tiene que bajar la cabeza y pedir perdón; y ya estoy cansada, la verdad. Y, ¿sabéis qué es lo mejor? Que si le preguntáis a él, seguro que os dirá lo mismo…

Y es que es así.

Es mucho más fácil -y muy tentador- darle vueltas a la situación que ha generado la discusión que pararse a mirarla desde fuera y ver dónde podías haber actuado tú mejor.

Y una vuelta, y otra, y dale que te pego: «Porque ¿¡es que no se da cuenta de que tal…!?», «pero, ¿¡cómo me puede decir eso!?», «es que ¡ya podía haber hecho esto otro!»… podríamos estar así horas, ¡incluso días! Ronroneando por dentro, rumiando y haciendo una bola bien grande de cualquier bobada.

Pedir perdón cansa, supone humillarse, bajar la cabeza y reconocer que se ha metido la pata; que no se es perfecto.

Y todo por no pedir perdón a la persona que tienes al lado -que, por otra parte, suele ser a la que más quieres del mundo-. Todo por no «volver» a reconocer que uno se ha equivocado, por esperar a que sea el otro quien dé el primer paso.

Porque puede que él se haya equivocado, es muy probable que lo haya hecho ya que es tan humano como tú, pero en esta parte de la relación te toca a ti, y sólo a ti, examinar dónde te has equivocado tú.

Y una vez que te des cuenta de que tu reacción ha sido exagerada, de que has contestado con un tono de voz elevado -y eso nunca está bien-, de que le has dejado con la palabra en la boca o de que le has insultado por equivocarse (o quizá más por desahogarte que porque realmente se lo mereciera).

Es el momento de pedir perdón.

¿Y sabes qué? Da lo mismo quién sea el primero porque lo importante es reconciliarse. Si él no lo hace, será que necesita leer este post para saber que tiene que examinar dónde se ha equivocado, ¡ja,ja! No le des más vueltas, cuanto más tardamos en pedir perdón más cuesta.

Porque la bola del «yo» se va haciendo cada vez más grande y, con ella, la distancia entre los dos. Y casi siempre el origen del problema está en una chorrada, que si lo piensas fríamente: es una chorrada que no vale ese enfado, esa distancia, ese cabreo.

Vuestro amor, vuestra historia, vuestras vidas están muy por encima de esas llaves fuera de su sitio o de ese recado que ha vuelto a olvidar.

Porque está claro que en toda discusión la culpa es siempre de los dos (siento decirte que si no lo ves, puede que no estés haciendo bien tu parte del examen…).

No siempre es fácil darse cuenta de dónde se ha metido la pata, por eso, cuando os hayáis serenado, te recomiendo acercarte con la mente abierta al otro y decírselo con toda la humildad del mundo: LO SIENTO, NO QUERÍA OFENDERTE, ¿QUÉ HE HECHO MAL? POR FAVOR, DÍMELO

Porque, ¿a quién le gusta estar enfadado?, ¿de mala gana? ¡Ni a ti, ni a nadie! Así que (no dejes que el demonio enrede) y corta esa distancia cuanto antes.

Y si te supera: no dejes de ver la peli de «El mayor regalo«, de Juan Manuel Cotelo: IM-PRE-SIO-NAN-TE. Os la recomiendo 100%. Es tipo documental pero engancha desde el minuto uno y no tiene desperdicio.

¿Qué haces tú cuando sientes que siempre te toca pedir perdón a ti?, y lo más importante: ¿¿funciona??

Qué a gusto se está siendo «del montón»

Cómo me gusta pasar desapercibida en los eventos sociales. No hay nada que me ponga más nerviosa que ser el centro de atención. Y quizá tú también seas de esos que evitan las reuniones multitudinarias y mucho más acaparar el protagonismo en alguna de ellas.

Yo lo he achacado siempre a la timidez, soy tímida, ¡qué le vamos a hacer!; sin embargo, hoy me he dado cuenta de algo importante y que creo que debo examinar a fondo: ¿no será, en parte, que no quiero que se me vea para poder ir a mi aire?; si eres el anfitrión o el protagonista de un evento no te queda otra que atender a todo el mundo.

Saludar a unos y a otros, sonreír, no comer para poder seguir saludando. Escuchar a este y aquel, que quizá sean un poco cansos… Tal vez decir unas palabritas delante de todo el mundo y exponerte a tropezar, a meter la pata, a no llevar el vestido apropiado, a que el discurso no guste a todos,…

Pienso que puede ser que sí lleve algo de egoísmo escondido por ahí, pero tampoco es algo que me preocupe; tal vez lo contrario podría llenarme de soberbia, querer ser el centro de todas las miradas,… así que con encontrar un equilibrio creo que bastaría.

Pero, ¿sabes qué? En la vida espiritual puede pasarnos lo mismo y ahí sí puede ser importante:

«Soy católico, creo en Dios, voy a misa, … y voy haciendo lo que puedo, sin agobios».

Esta era yo, (y soy todavía a menudo), porque ¡es tan cómodo ir a mi aire!

Pero para Jesús no somos uno más del montón, para Él no pasamos desapercibidos, somos sus protagonistas, sus hijos únicos, sus enamorados.

Dios conoce la mejor versión de nosotros mismos porque es Él quien nos ha creado, y se desvive para que la alcancemos y seamos felices.

Por eso ahora, me doy cuenta de lo egoísta que soy a veces, de que quizá Dios tenga unos planes increíbles para mí y yo me esté conformando con «ir tirando».

Por eso quiero pedirte perdón, Jesús. Porque quizá esos proyectos nunca salgan porque yo prefiero estar en mi rinconcito, sin molestar a nadie y sin que me molesten (¡y puede que hasta quejándome porque no soy feliz!).

Os confieso que este blog nunca habría existido de no ser porque Dios llevaba años diciéndome que me lanzara. No me gusta escribir, ni cómo escribo, así que mucho menos quería yo que nadie leyera lo que escribía, ¡qué vergüenza por Dios!

Pero mírame. Aquí estoy, y sois tantos los que últimamente me decís lo mucho que os ayudan mis palabras que, gracias a vosotros, me he dado cuenta de lo importantes que somos cada uno de nosotros y la capacidad que tenemos de ayudar a los demás si nos decidimos a escuchar a Dios y seguir sus pasos.

Nosotros no tenemos que hacer gran cosa, creedme que es Él quien nos lleva; pero saliendo de nuestra comodidad, de nuestro anonimato con Dios, y poniéndonos cara a cara con Él, a su disposición, para lo que quiera de nosotros, nos irá mostrando el camino para ser instrumentos suyos.

Y si toca ser protagonista, ¡bendito sea Dios! Ya te ayudará a llevarlo bien, no te preocupes. Porque además, normalmente, cuando Dios es quien nos lleva es Él quien se lleva los aplausos, ¡y menos mal!

Cuántos santos habrá en el cielo que en esta vida pasaron muy desapercibidos y, sin embargo, gracias a ellos muchas otras almas fueron al cielo también. Gracias a su disposición, a su generosidad; saliendo de su comodidad, de ese «montón» tan agradable para servir a Dios en lo que Él quisiera.

Y si te crees incapaz de lo que Dios te pide… ¡bienvenido al club! Ja,ja! Pero es que nosotros sólo somos el granito de levadura, es Él quien lo transforma todo. Así que te animo a ponerte en silencio y escuchar en tu corazón lo que Dios está deseando mostrarte. Y, después, ¡fíate y adelante!