¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti?

Hace unas semanas, iba escuchando un podcast mientras daba un paseo por uno de los jardines arbolados de mi ciudad (no recuerdo ni de quién ni sobre qué iba, lo siento). Estaba tan absorta con los colores de los pinos que no prestaba excesiva atención a las palabras del locutor. Digamos que escuchaba “entre líneas”, ¡jeje!

Hasta que oí: ¿y tú sabes qué es lo más hermoso de tu persona? No podía responder, no sabía la respuesta. Me di cuenta de que a menudo nos centramos tanto en los errores que no nos valoramos como deberíamos.

Me apunté la frase porque me pareció un tema interesante: hacer una introspección sobre mí misma, cada uno sobre sí mismo. No tanto por subirnos el ego o creernos mejores que los demás sino porque cuando los demás hablan sobre nosotros mal es bueno que no nos afecte demasiado. Si somos conscientes de nuestra realidad nos saldrá más un agradecimiento que una defensiva espontánea que sólo busca herir al otro.

Sabría de sobra definir a mi marido, a mis hijos incluso a algunos amigos pero definirme a mí misma reconozco que me cuesta mucho. No porque no tenga cosas buenas, no estoy en plan dramático, sino que no tengo ni la más remota idea de qué es lo que me hace especial, única.

Creo que el podcast hablaba del amor de Dios que siempre es incondicional. No le importa si eres bueno o malo, gordo o flaco, listo o tonto; lo que le chifla de ti es que eres tú. Y ya está. De ahí la importancia de conocernos para que nuestra estima o sentido del humor no dependa de los demás sino de uno mismo.

Hoy es un buen día para coger papel y boli y escribir tus fortalezas (las profundas, no que eres un crack jugando a fútbol), empatía, generosidad, atención al detalle, amabilidad, sentido del humor… Una vez hecho el ejercicio verás que Dios te ha regalado unos dones y con ellos es con los que quiere que camines por este mundo y seas santo. ¿Realmente los estás utilizando para eso o para quedar bien, ligar, ser buena gente,…?

Claramente, también es importante conocer tus debilidades; verás los defectos: el mal humor, cansancio que cambia el carácter, falta de sinceridad, quizá podrías esforzarte más en tu matrimonio, visitar enfermos, preocuparte por los demás o tienes una pereza que no puedes con ella. ¿Morderte la lengua? Misión imposible, alegrarte con los logros de los demás, quejarte sin descanso, trabajar lo justo,… ¡podría seguir horas!

Está clarísimo que no somos perfectos y que todos tenemos defectos y si alguien no ha visto los suyos que le pida a un buen amigo que los ponga por ti. No quiero hablar aquí de cómo vencer cada uno de ellos o de ponerse propósitos para ser mejor persona.

Y no dejará de hacerlo nunca porque te quiere por quién eres no por lo que haces o dejas de hacer, lo bueno o malo que seas. Está claro que como todo padre/madre estará más contento cuando hagas las cosas bien, cuando busques la verdad, cuando te des a los demás; básicamente porque te verán más feliz pero su amor por ti es y será siempre igual de incondicional.

Ya he conseguido ver qué me hace especial a mí: soy hija de Dios y tengo unos dones para ponerlos al servicio de los demás. Y para eso cuento con la ayuda del Cielo; sólo tengo que dejar que Jesús vaya guiando mis pasos y confiar en Él.

¿Sabes ya qué te hace especial a ti? ¡comparte!

Quiérete por quien eres, no por cómo eres

Como ya os conté hace unas semanas tengo depresión, una enfermedad mental bastante puñetera porque es muy difícil de aceptar incluso para el paciente (así que no digamos para sus familiares y amigos).

En aquella ocasión me centré más en los síntomas de la depresión, en lo que esta enfermedad provoca en la persona y “gracias” a las cuales se puede diagnosticar y tratar correctamente con la farmacología correspondiente.

Básicamente lo que serían unas placas de pus en la garganta para saber que tienes amigdalitis y necesitas tomar un antibiótico concreto.

Hoy me voy a centrar más en una de las consecuencias que conlleva el vivir con esta enfermedad. Sólo llevo un año con depresión (para algunos será una barbaridad, para otros seré una novata, es lo de menos).

La cuestión es que la depresión te cambia, no sólo psicológicamente sino también físicamente (o al menos a mí). Bueno, en realidad no es tanto la enfermedad como los efectos secundarios de la medicación, que al fin y al cabo para el paciente acaban siendo lo mismo.

Una de las cosas que más me están costando es el aspecto físico. Engordar diez kilos en un mes es algo que no me había pasado nunca y que además me preocupa porque me afecta al dolor de espalda y a la Fibromialgia. Pero siendo sinceros, me cuesta porque nunca me he visto tan potoli y no me gusta verme así.

Mi aspecto físico estaba empezando a desanimarme, a autorechazar en parte mi persona. Obviamente, cuando dejas de gustarte, el carácter se amarga y estaba muy irascible, súper impaciente con los peques y de muy mala leche a todas horas.

No sabía que era por eso. Lo achacaba más a no poder volver al trabajo como todo el mundo, a ver que la vida de quienes me rodean avanza y la mía lleva estancada cuatro años. Pero no. No era por eso.

Era porque la ropa que me compré en rebajas en julio para verme bien ya no me vale, porque me veo en el espejo del portal (tengo la mala suerte de que tooooda la pared del portal es un espejo) y me veo inmensa.

Porque el chubasquero que el año pasado me quedaba gigante, ahora no me abrocha. Y eso me cabrea y mucho. “¡Quiero volver a ser yo!”, le decía esta tarde a Jesús con un poco de reproche mientras charlábamos un rato en la capilla de la Adoración Perpetua, «¡casi no me reconozco!», me quejaba.

Y entonces, una vez más me ha dejado verme con sus ojos:

“No te gustas porque te fijas en el exterior. Olvidas que lo mejor de ti está dentro de tu corazón y eso no ha cambiado con los kilos. Estás olvidando tu corazón, el inmenso corazón que Yo te he dado”.

¡Toma ya! ¡Qué razón más grande! Las personas no somos mejores o peores por nuestro aspecto sino por nuestro interior, solo que a veces se nos olvida porque -para qué engañarnos -a todos nos gusta vernos estupendos.

Después de mi ratito con Jesús mi perspectiva ha cambiado. Ahora veo que por alguna razón (que sólo Dios sabe) debo ser mejor instrumento para Él con estos michelines de más. Y realmente ya me ha servido para algo: para descubrir que debo quererme por quien soy, no por cómo soy.

Y esto vale para el sobrepeso pero también para cualquier parte de nuestro cuerpo que no nos guste: alopecia, granos, gafas, muletas, nariz, silla de ruedas o lo que sea: lo de fuera no es lo que nos define, nuestro ser está en el interior y sólo depende de nosotros que sea maravilloso o una megde pinchada en un palo.

Hoy me animo a mí y hago el propósito -mirando a Jesús, para que me eche una mano, porque sé que me va a costar- hago el firme propósito de centrarme en mi interior, en mis virtudes (para compartirlas con el mundo) y en mis defectos (para con la ayuda de Dios ir rectificándolos).

Estoy contenta, y por eso quería compartir con vosotros este momento difícil, porque quizá haya alguien que tampoco se vea bien, que no se guste externamente y no se haya dado cuenta como yo de que lo importante va por dentro.
Os puede parecer una chorrada pesar más o menos, pero a mí me afectaba; lo importante es que ahora tú busques qué hay en tu vida que te esclaviza y no te deja centrarte en quién eres, en lugar de en cómo eres.

Es el momento de pararse y pensar en lo mucho que vales y en qué o cómo puedes utilizar esos dones maravillosos que Dios te ha dado para servir a los demás y dejar de lado a “ese” que quiere ser el centro de tus pensamientos a toda costa…

¡A por ello! Apoyadme con vuestra oración y contad con la mía para cada uno de vosotros, vuestras preocupaciones y alegrías. ¡Hasta pronto!

Sometidos a la masa: la falta de criterio

Imagino que todos habéis visto ya la conmovedora intervención de Jesús Vidal al recibir el Premio Goya al mejor actor revelación. Es emocionante por lo sinceras y transparentes que resultan sus palabras, pero también por el contenido de las mismas.

No me gustaría que lo que sucedió allí pasara desapercibido porque fue realmente llamativo, y no me refiero al orador ¡sino al público!

Es tan contradictorio aplaudir primero a quien grita por el derecho de las mujeres a abortar, y a continuación a quien defiende que la dignidad de la persona está más allá de sus capacidades.

Y digo que es contradictorio por el número de interrupciones del embarazo que hay en España cuando se detectan probabilidades de discapacidad, síndrome o malformación (no hablo ahora de violaciones o embarazos no deseados).

Las cifras de abortos dejan claro que aplaudimos la discapacidad en casa del vecino pero, en la propia, la mayoría opta por la «no inclusión» y esperar a que llegue un hijo «sano» y «normal».

Ya siento ser tan burra pero los datos hablan por sí solos.

El caso es que no quiero hoy juzgar si están en su derecho o no, ni si el aborto sí o el aborto no (aunque ya hablaremos más adelante). Hoy me fijo en la falta de criterio, no sólo de ese público sino de la sociedad española en general, y la mía en particular.

Y es casualidad, que hace poco leí estas palabras y creo que vienen al pelo en la reflexión de hoy: «La muchedumbre que grita y pide la muerte de Jesús no son monstruos de maldad, simplemente están sometidos a la masa. Gritan porque gritan los demás y la sutil voz de la conciencia es sofocada; la indecisión y el respeto humano dan paso al mal».Me las apunté porque me recordaron a mí misma y al mundo en el que vivimos; a lo rápido que nos dejamos llevar por la opinión pública, por la imagen, por lo que dicen los demás, por la comodidad, etc, sin preocuparnos demasiado en investigar si lo que oímos es cierto o no y pensar qué opinamos al respecto.

Y es cierto que cuesta, supone estar informados, leer, contrastar…; no lo voy a negar, yo soy la primera que no lo hago.

Pero tenemos inteligencia para usarla y no hacerlo tiene sus consecuencias: en la época de Jesús, supuso su crucifixión; ahora, supone otras muchas cosas.

Es curioso que lo sucedido en los Goya me haya recordado estas palabras que hacen referencia a la Pasión pero, no me negaréis, que veis el paralelismo tanto como yo.

¡Y aún tengo más!: «Verónica* es la imagen de la mujer buena, que en el momento difícil mantiene el empuje de la bondad. No se deja contagiar ni por la brutalidad de los soldados, ni inmovilizar por el miedo de los discípulos.»

En ella veo hoy a Jesús Vidal. No tuvo ningún reparo en decir lo que llevaba en el corazón, por mucho que no supiera cómo iba a caer entre su público, por mucho que fuera el día más importante de su carrera, le dio igual. Y con sus palabras nos dio mucho que pensar a los demás.

Por eso yo le doy las gracias, por hacernos conscientes de nuestra realidad, de lo hipócritas e ignorantes que somos a veces. Esta vez ha sido con este tema, pero creo que nos pasa lo mismo con muchos otros.

Me viene a la cabeza la facilidad con la que, ante sucesos como el de Julen, las redes se llenan de comentarios y juicios acerca de lo que ha pasado o dejado de pasar. La difamación y la especulación llegan a limites insospechados, a veces incluso en personas buenas.

No nos dejemos contagiar por la actitud de los demás, tengamos criterio propio, espíritu positivo y rigor en nuestras aportaciones. Escribamos comentarios que hagan crecer a quienes los lean y que compartan la verdad.

Desde hoy me hago el firme propósito de sembrar sólo VERDADES a mi alrededor (va con mayúsculas porque estarán contrastadas y estudiadas); de volver a investigar la verdad de las cosas antes de opinar.

De dedicar un tiempo al día a forjar mi criterio de las cosas. A no creerme lo que lea en los medios, ni en las redes, ni en la televisión, ¡ni siquiera a lo que me cuenten los demás!

Voy a contrastar.

¿Os apuntáis?, ¿os pasa como a mí que os conformáis con «ir tirando» en lo que a actualidad se refiere?

*Verónica es una mujer que se acercó entre la muchedumbre a Jesús y limpió su cara ensangrentada con un paño