Eres dueño de tu vida, que nadie te la arrebate

Probablemente a muchos os parezca una bobada que escriba sobre esto. Quizá los años os lo hayan enseñado ya o quizá por suerte nunca habéis necesitado escucharlo.

No es mi caso e imagino que tampoco el de muchos de los que me leéis así que espero que os ayude. Lleva tiempo aprenderlo pero es una lección fundamental para ser feliz.

Es una perogrullada, sí; tan evidente que por desgracia algunos no llegamos a comprender hasta que tocamos fondo. A unos puede que les haya pasado con un profesor autoritario, a otros con una madre/padre excesivamente exigente, a otros tal vez con un amigo, un superior, un vecino o una novia.

Quién haya causado ese sentimiento de inferioridad es lo de menos porque normalmente no lo sufres ni una ni dos ni tres veces; suele ser algo que se repite y que uno cree no poder evitar jamás con cierto perfil de personas.

Hasta que un buen día alguien te abre los ojos y te muestra las alternativas, el derecho que tienes por ser quien eres a decidir lo que estás o no dispuesto a aguantar.

Que vengan de quien vengan, los gritos no son una muestra de cariño ni de autoridad sino una falta de respeto y que DE HECHO no tienes por qué aguantarlos de nadie: de na-die.

Y de repente te das cuenta de que puedes controlar tus emociones -¡claro que puedes!- no eres una maquina: eres un ser humano maravilloso. Puedes controlarlas para no perder tu autoestima en cuanto ese alguien entra por la puerta.

Controlar tu miedo y racionalizarlo; porque por mucho que quien esté delante de ti sea un crack de las finanzas o el gran jefe de los jefes: no le perteneces. Ni tú, ni tus emociones.

Aprendes a frenar el ritmo de tu corazón y a utilizar las neuronas, esas que hasta que llegó esa persona funcionaban a la perfección. Y entonces calibras lo que te está contando y la miras con perspectiva.

Y pasas a ser tú otra vez. Quizá al principio cueste y no lo consigas, pero poco a poco serás dueño de ti mismo: sólo tú. El complejo de inferioridad desaparece: y no veas el gusto que da decir lo que piensas incluso a quien más temías del universo.

Porque en esta vida no podemos ser nosotros mismos cuando el pánico se activa; a veces hay que educar a nuestro miedo y enseñarle que ¡es irracional que se active ante situaciones y personas que no pueden hacernos daño!

No son mejores, ni valen más que tú, simplemente gritan más, imponen con autoritarismo y se dejan llevar por sus propias inseguridades descargándolas en los demás.

Y, por eso, tu cerebro los ha registrado como peligrosos cuando en realidad no lo son. Pueden serlo en la medida en la que tú les des las riendas de tu vida y les permitas manipularte, asustarte o amenazarte.

Y créeme, más vale perder un trabajo, un novio o novia, un amigo o un hermano que dejar de ser dueño de tu vida.

Es un proceso lento, pero el primer paso es ser consciente de que tiene solución y que quien tiene la sartén por el mango: eres tú.

Te mereces todo el respeto, el cariño, la comprensión y dignidad del mundo, independientemente de lo que digan tus emociones.

Vales mucho ¡y lo sabes! Que nadie te haga pensar lo contrario!! A por ello!

Sometidos a la masa: la falta de criterio

Imagino que todos habéis visto ya la conmovedora intervención de Jesús Vidal al recibir el Premio Goya al mejor actor revelación. Es emocionante por lo sinceras y transparentes que resultan sus palabras, pero también por el contenido de las mismas.

No me gustaría que lo que sucedió allí pasara desapercibido porque fue realmente llamativo, y no me refiero al orador ¡sino al público!

Es tan contradictorio aplaudir primero a quien grita por el derecho de las mujeres a abortar, y a continuación a quien defiende que la dignidad de la persona está más allá de sus capacidades.

Y digo que es contradictorio por el número de interrupciones del embarazo que hay en España cuando se detectan probabilidades de discapacidad, síndrome o malformación (no hablo ahora de violaciones o embarazos no deseados).

Las cifras de abortos dejan claro que aplaudimos la discapacidad en casa del vecino pero, en la propia, la mayoría opta por la «no inclusión» y esperar a que llegue un hijo «sano» y «normal».

Ya siento ser tan burra pero los datos hablan por sí solos.

El caso es que no quiero hoy juzgar si están en su derecho o no, ni si el aborto sí o el aborto no (aunque ya hablaremos más adelante). Hoy me fijo en la falta de criterio, no sólo de ese público sino de la sociedad española en general, y la mía en particular.

Y es casualidad, que hace poco leí estas palabras y creo que vienen al pelo en la reflexión de hoy: «La muchedumbre que grita y pide la muerte de Jesús no son monstruos de maldad, simplemente están sometidos a la masa. Gritan porque gritan los demás y la sutil voz de la conciencia es sofocada; la indecisión y el respeto humano dan paso al mal».Me las apunté porque me recordaron a mí misma y al mundo en el que vivimos; a lo rápido que nos dejamos llevar por la opinión pública, por la imagen, por lo que dicen los demás, por la comodidad, etc, sin preocuparnos demasiado en investigar si lo que oímos es cierto o no y pensar qué opinamos al respecto.

Y es cierto que cuesta, supone estar informados, leer, contrastar…; no lo voy a negar, yo soy la primera que no lo hago.

Pero tenemos inteligencia para usarla y no hacerlo tiene sus consecuencias: en la época de Jesús, supuso su crucifixión; ahora, supone otras muchas cosas.

Es curioso que lo sucedido en los Goya me haya recordado estas palabras que hacen referencia a la Pasión pero, no me negaréis, que veis el paralelismo tanto como yo.

¡Y aún tengo más!: «Verónica* es la imagen de la mujer buena, que en el momento difícil mantiene el empuje de la bondad. No se deja contagiar ni por la brutalidad de los soldados, ni inmovilizar por el miedo de los discípulos.»

En ella veo hoy a Jesús Vidal. No tuvo ningún reparo en decir lo que llevaba en el corazón, por mucho que no supiera cómo iba a caer entre su público, por mucho que fuera el día más importante de su carrera, le dio igual. Y con sus palabras nos dio mucho que pensar a los demás.

Por eso yo le doy las gracias, por hacernos conscientes de nuestra realidad, de lo hipócritas e ignorantes que somos a veces. Esta vez ha sido con este tema, pero creo que nos pasa lo mismo con muchos otros.

Me viene a la cabeza la facilidad con la que, ante sucesos como el de Julen, las redes se llenan de comentarios y juicios acerca de lo que ha pasado o dejado de pasar. La difamación y la especulación llegan a limites insospechados, a veces incluso en personas buenas.

No nos dejemos contagiar por la actitud de los demás, tengamos criterio propio, espíritu positivo y rigor en nuestras aportaciones. Escribamos comentarios que hagan crecer a quienes los lean y que compartan la verdad.

Desde hoy me hago el firme propósito de sembrar sólo VERDADES a mi alrededor (va con mayúsculas porque estarán contrastadas y estudiadas); de volver a investigar la verdad de las cosas antes de opinar.

De dedicar un tiempo al día a forjar mi criterio de las cosas. A no creerme lo que lea en los medios, ni en las redes, ni en la televisión, ¡ni siquiera a lo que me cuenten los demás!

Voy a contrastar.

¿Os apuntáis?, ¿os pasa como a mí que os conformáis con «ir tirando» en lo que a actualidad se refiere?

*Verónica es una mujer que se acercó entre la muchedumbre a Jesús y limpió su cara ensangrentada con un paño

¿Damos la talla como padres, como pareja, como amigos?

Nos sabemos muy bien la teoría porque la aplicamos de boquilla a todas horas: «la tele sólo los fines de semana», «se come todo aunque no te guste», «la ropa recogida y bien doblada en el armario», «las chuches sólo el fin de semana», «las manos lavadas antes de cenar», «obedece a la primera», «la tarea con buena letra», …; y podría seguir horas y horas con cosas que exijo a mis hijos cada día.

Y al pensarlo, me doy cuenta de lo alto tienen el listón nuestros hijos; bueno, nuestros hijos y nuestros maridos/mujeres, amigos, compañeros de trabajo, etc; porque pensamos que siempre se puede estar un poco más pendientes de los demás, echar una mano con algo, sacar un rato para un café o hacer una llamadita, …

Lo peor es que cuando miramos nuestro propio ejemplo, vemos que ¡ni siquiera nosotros damos nuestra propia talla!: no podemos vivir sin ese ratito de tele cuando los peques duermen -aunque a menudo nos decimos que estaría bien aprovecharlo para leer, coser o tocar la guitarra-.

¿Y qué me decís de esa cervecita al final del día?, ¡es demasiado tentador para dejarlo solo para el fin de semana!

No sé a vosotros pero reconozco que mis zapatos no siempre están perfectamente ordenados y, quien dice zapatos, dice el bolso, el jersey o las facturas y papeles que van llegando; por no hablar de las veces que la cama se queda sin hacer o los platos en el fregadero porque se nos ha hecho muy tarde.

¿Por qué me falta paciencia?

Cuando perdemos la paciencia con nuestros hijos, con nuestra pareja, con nuestros amigos, lo hacemos básicamente porque vemos que no cumplen nuestras expectativas: «no dan la talla». Pero las relaciones personales no se basan en que todos hagan lo que tú crees que tienen que hacer para ser mejores sino en crecer juntos.

Está genial aspirar a ser cada día mejores y ayudar a los demás a serlo pero sin olvidarnos de algo fundamental: estamos todos en la misma batalla.

El camino de crecimiento es un recorrido que se hace de la mano de quienes nos rodean, no corrigiéndoles a todas horas cual sargentos. Se trata de acompañar, comprender, ayudar a levantarse cuando uno cae, pedir ayuda en lo que no sabemos y mostrar el camino con nuestro ejemplo en lo que se nos da mejor.

Los errores y defectos de los demás no están ahí para que tú los corrijas, no son más que un espejo en el que poder mirarnos para ser capaces de ver nuestras flaquezas y, una vez identificadas, pedir perdón y tratar de rectificar.

Diciéndole a tu pareja o a tu hijo que es un egoísta no conseguirás que deje de serlo.

Muéstrale con tu ejemplo cómo puede ser más generoso y pídele perdón cuando seas tú el egoísta, verás que sus ojos se irán abriendo y, desde el cariño y la comprensión, su corazón también será más receptivo para recibir correcciones hechas desde el amor, no desde la ira o el rencor.

Y lo mismo con los hijos, nuestros padres, amigos, compañeros…; si nos fijáramos más en sus virtudes para aprender de ellos, y viéramos sus defectos como una oportunidad para examinarnos a nosotros mismos, nuestras relaciones personales crecerían constantemente.

¿Cómo eres tú con tus familiares y amigos? ¿Te animas a crecer junto a ellos?