¡Mamá, me han gastado la paciencia!

Que una cosa sea buena o mala no nos da derecho a imponérsela a nadie. Se puede dialogar, argumentar, corregir: pero nunca obligar. Un post que desde la experiencia de un niño nos abre los ojos a la justicia y el respeto.

El otro día fui a recoger a mi hijo a casa de un compañero del cole. Habían tenido cumpleaños y el pobre estaba angustiadísimo porque los demás no hacían lo que la mamá había ordenado en un momento dado.

Él se lo tomó como si fuera responsabilidad suya y llegó a enfrentarse a los amigos por algo tan sencillo como que: las luces debían estar apagadas. Se ofuscó, se enfrascó contra el resto porque jugaban a encenderlas y la orden era clara.

Y cuando me lo contó me sentí muy identificada por las tantísimas veces que nos dejamos la piel por cosas que nadie nos ha pedido que hagamos. Desde fuera vi claro que aquella batalla ni compensaba, ni era suya; pero si hubiera sido yo…, ¡me habría puesto igual que él!

A veces, se nos mete entre ceja y ceja que esto o aquello no está bien, porque quizá realmente no sea bueno, y nos empeñamos en que los demás tampoco lo hagan.

Entonces, algo que en sí mismo quizá era bueno deja de serlo en el momento en el que, sin tener ni voz ni voto en ese tema, nos metemos a imponérselo al resto.

No quiero decir que allá cada uno con sus problemas, ni mucho menos, pero sí creo que después de aconsejar, de corregir a quien se equivoca, de argumentar, ante todo hay que respetar su libertad.

Y creedme que esto requiere de una paciencia brutal. Es mucho más fácil (aunque nos enfademos más) pelearnos una y otra vez con el hermano, el hijo o el marido, que seguir queriéndole sin que nos haga ni pizca de gracia su comportamiento.

Y no nos hace gracia porque le queremos, porque no le vemos bien, porque sabemos que ese camino no le lleva a la felicidad; pero la libertad está por delante. Y morderse la lengua y el pensamiento, ¡es muy pero que muy difícil!

Si no quiere: no obligues. Reza por esa persona y quiérela aún más.

Y, ¡ojo!, me estoy refiriendo a cosas que son buenas o malas en sí mismas (egoísmos, injusticias, engaños,…), no a cosas que a mí me parezcan mejor opción (blanco o negro, un partido u otro, vivir en campo o en ciudad, el colegio x o z, un equipo de fútbol o su competidor, etc).

En lo opcional: ¡bendito sea Dios! Acepta que la diversidad en este mundo es de lo mejorcito que hay. Y te diré más: en ese campo, te animaría a escuchar, y tratar de entender la postura del otro, ¡que algo de bueno tendrá para que la prefiera!

Adviento a la vista

Y como se acerca el adviento, ¡ya el domingo que viene! Rescatamos el post de hace un año: «5 ideas para hacer con niños en Adviento«. ¡Ojo!, que no es sólo para los que tienen hijos: cualquiera de los planes propuestos podemos aplicarlo a los adultos.

No se trata de «conseguir por mis narices hacer algo en adviento», es más bien buscar a Jesús cada día más. Él nos espera como los enamorados: ¡pues dejémonos ver de cerca! Y si hay roce, mejor que mejor.

No hay como hacerse niños en estas fechas para acercarnos sin complejos al portal y vernos en el reflejo de sus ojos tal y como somos: como Él nos ha creado. Por muy pisoteados y sucios que estemos, seguimos siendo hijos de Dios, y el adviento es muy buen momento para recordarlo.

¿Alguna vez te has visto enzarzado defendiendo una causa que ni siquiera era tuya? ¿Cómo salió la cosa?

Educar en la diversidad y la libertad desde la familia

Respuesta de una madre al Programa Skolae en Navarra y qué podemos hacer las familias para fomentar el respeto, el amor a la diversidad y a la libertad.

En Navarra estamos viviendo un momento histórico en la educación. Las autoridades buscan, como buenamente pueden, que las generaciones venideras respeten y no agredan o discriminen a nadie por razón de sexo.

Por eso, con el mismo objetivo y desde nuestros hogares,

siento la obligación como madre de reflexionar sobre los cauces por los que las familias podemos promover una sociedad basada en la igualdad, desde la más tierna infancia.

En primer lugar, creo imprescindible que los hijos puedan pasar tiempo con sus progenitores. Por eso, insto a las autoridades a tratar de mejorar los horarios en las empresas y organizaciones para facilitar esto. Si los hijos sienten el cariño y la presencia de sus padres habrá mucho terreno ganado.

En segundo lugar, veo bueno transmitir con el ejemplo que en casa todos colaboramos en el bien familiar. Tanto los progenitores como los hijos deben implicarse en el trabajo y gestión del hogar: limpieza, cocina, compra, menús, lavadoras, deberes, lavaplatos, … y valorar lo que cada uno hace.

Por otra parte, y dado que los niños aprenden de sus padres en primera instancia: si papá cuida a mamá; y mamá hace lo mismo con papá, se quieren y se respetan mutuamente, y hacen lo mismo con los tíos, la vecina o los abuelos aunque piensen de forma distinta, los hijos llevarán impreso en su corazón el respeto, el amor y la igualdad; eso será lo «natural» para ellos desde pequeños y no concebirán discriminaciones.

Por supuesto se deben evitar chistes, películas, series que fomentan o ridiculizan por razón de sexo, religión o raza. Y fomentar otras que puedan provocar el diálogo en este sentido. Explicar a los hijos cuando van creciendo qué está bien y qué no lo está, y razonar con ellos los porqués.

Trabajar con los hijos el amor a la diversidad, a las diferencias como algo que enriquece a la sociedad. Acogiendo al diferente, respetando la libertad que tenemos todos como individuos a decidir lo que es mejor para nosotros, aunque las decisiones no siempre coincidan con las nuestras. Y sobre todo: dando ejemplo.

Respeto a mi cuerpo y al de los demás

También creo sinceramente que el respeto al propio cuerpo facilita que se valore el cuerpo de los demás. Si trato a mi cuerpo como un objeto, sin importarme quién lo vea o lo toque, será más difícil transmitir que el cuerpo no es mío sino que soy yo y merece ser tratado con dignidad. Creo que nuestros cuerpos tienen mucho más valor del que a veces les damos.

En este sentido, considero que la pornografía, el fomento de la masturbación y de las relaciones sexuales desde la edad escolar contribuyen a una materialización del cuerpo, difícil de borrar en la edad adulta, y principal cauce para la materialización del mismo.

Las series y películas cada vez más nos venden que la felicidad está en el placer de cada instante, y que el sexo lo es todo en una relación. Y no es verdad. Por eso, mostrar a los jóvenes que se puede amar al otro sin necesidad de tener sexo desde el primer día, favorece las relaciones y hacen que la pareja sepa querer a la persona por quien es y no por su cuerpo.

Yo espero y deseo de todo corazón que mis hijos sean respetuosos tanto con su cuerpo como con el de los demás. Que amen la diversidad, y protejan a quienes por desgracia sufran discriminación por esta u otras causas. Y, por supuesto, que tampoco ellos sufran en sus carnes lo que a otros ya les ha tocado.