Educar en la diversidad y la libertad desde la familia

Respuesta de una madre al Programa Skolae en Navarra y qué podemos hacer las familias para fomentar el respeto, el amor a la diversidad y a la libertad.

En Navarra estamos viviendo un momento histórico en la educación. Las autoridades buscan, como buenamente pueden, que las generaciones venideras respeten y no agredan o discriminen a nadie por razón de sexo.

Por eso, con el mismo objetivo y desde nuestros hogares,

siento la obligación como madre de reflexionar sobre los cauces por los que las familias podemos promover una sociedad basada en la igualdad, desde la más tierna infancia.

En primer lugar, creo imprescindible que los hijos puedan pasar tiempo con sus progenitores. Por eso, insto a las autoridades a tratar de mejorar los horarios en las empresas y organizaciones para facilitar esto. Si los hijos sienten el cariño y la presencia de sus padres habrá mucho terreno ganado.

En segundo lugar, veo bueno transmitir con el ejemplo que en casa todos colaboramos en el bien familiar. Tanto los progenitores como los hijos deben implicarse en el trabajo y gestión del hogar: limpieza, cocina, compra, menús, lavadoras, deberes, lavaplatos, … y valorar lo que cada uno hace.

Por otra parte, y dado que los niños aprenden de sus padres en primera instancia: si papá cuida a mamá; y mamá hace lo mismo con papá, se quieren y se respetan mutuamente, y hacen lo mismo con los tíos, la vecina o los abuelos aunque piensen de forma distinta, los hijos llevarán impreso en su corazón el respeto, el amor y la igualdad; eso será lo «natural» para ellos desde pequeños y no concebirán discriminaciones.

Por supuesto se deben evitar chistes, películas, series que fomentan o ridiculizan por razón de sexo, religión o raza. Y fomentar otras que puedan provocar el diálogo en este sentido. Explicar a los hijos cuando van creciendo qué está bien y qué no lo está, y razonar con ellos los porqués.

Trabajar con los hijos el amor a la diversidad, a las diferencias como algo que enriquece a la sociedad. Acogiendo al diferente, respetando la libertad que tenemos todos como individuos a decidir lo que es mejor para nosotros, aunque las decisiones no siempre coincidan con las nuestras. Y sobre todo: dando ejemplo.

Respeto a mi cuerpo y al de los demás

También creo sinceramente que el respeto al propio cuerpo facilita que se valore el cuerpo de los demás. Si trato a mi cuerpo como un objeto, sin importarme quién lo vea o lo toque, será más difícil transmitir que el cuerpo no es mío sino que soy yo y merece ser tratado con dignidad. Creo que nuestros cuerpos tienen mucho más valor del que a veces les damos.

En este sentido, considero que la pornografía, el fomento de la masturbación y de las relaciones sexuales desde la edad escolar contribuyen a una materialización del cuerpo, difícil de borrar en la edad adulta, y principal cauce para la materialización del mismo.

Las series y películas cada vez más nos venden que la felicidad está en el placer de cada instante, y que el sexo lo es todo en una relación. Y no es verdad. Por eso, mostrar a los jóvenes que se puede amar al otro sin necesidad de tener sexo desde el primer día, favorece las relaciones y hacen que la pareja sepa querer a la persona por quien es y no por su cuerpo.

Yo espero y deseo de todo corazón que mis hijos sean respetuosos tanto con su cuerpo como con el de los demás. Que amen la diversidad, y protejan a quienes por desgracia sufran discriminación por esta u otras causas. Y, por supuesto, que tampoco ellos sufran en sus carnes lo que a otros ya les ha tocado.

Algunas cosas sobre las que no tienes ningún derecho a opinar

Pensar distinto no hace a los demás ser mejores o peores que nosotros, simplemente los hace diferentes. Breve reflexión sobre el respeto y su importancia en el matrimonio

En una de nuestras primeras citas, que nunca olvidaré, mi querido marido se pidió unas pochas. Y, claramente, no pasaría nada si no fuera porque ¡estábamos a más de 30 grados! Durante muchos años no lo entendí, algo tan simple como eso me tenía loca: ¿¡Cómo puedes pedir pochas en pleno agosto!?

Cada vez que salíamos a comer o cenar por ahí, yo miraba el menú, sopesaba los distintos platos y elegía por regla general algo que en casa no íbamos a cocinar: bien por elaboración, bien por precio. Y de repente oía que él pedía: ¡pechugas de pollo!

Se me encendían las alarmas y empezaba la persecución: «pero cariño…, ¿pechugas?; si las comemos mucho en casa…, pero si son tiradas de precio…, ¿no prefieres el hojaldre relleno de carne y setas que es difícil de preparar?, las pechugas puedes comerlas mañana si quieres…».

El pobre acababa comiendo lo que yo le decía, imagino que sólo por no seguir oyéndome (¡y no me extraña!, ¡santo varón!). Menos mal que por fin, hace ya un tiempo, me di cuenta de que mis intereses no tenían por qué coincidir con los suyos.

Para mí, «elaboración» era lo primero; pero, ¿y si para el otro lo primero es el sabor?, o ¿¡el equilibrio en la dieta!?, o ¿el precio? Son razones igual de válidas para elegir qué comer.

Tus criterios no son siempre mejores que los de los demás

Lo bueno de esta anécdota es que me hizo reflexionar y extrapolarla al resto de aspectos de la vida: el color del coche, la forma de vestir, los libros, los hobbies, las series, vivir en el campo o en la ciudad, colegio público o privado, comprar o alquilar, …

Con frecuencia nos sentimos con derecho a opinar sobre las decisiones que toman los demás, «para ampliar sus miras» o «por si no se han dado cuenta» pero, sin querer, podemos estar tratando de imponer nuestros criterios, incluso creer que son mejores que los suyos.

Aún me queda mucho por aprender, pero he empezado por sonreír y alegrarme cuando mi marido pide pechugas de pollo, ensalada o pochas (en pleno agosto). Porque come lo que le da la gana, ¡sin que nadie (yo) le juzgue!, y es feliz.

Algo «tan simple» puede llegar a quemar la relación más perfecta así que os animo a esforzaros en respetar las opiniones de los demás, teniendo en cuenta que quizá sus criterios no sean los mismos que los tuyos.

¿Te ha pasado algo parecido alguna vez?