– ¿Sabes qué mamá? Mi corazón está aquí (señala en su pecho, hacia el lado izquierdo); pero el de los demás está aquí (señala en la derecha).
Y yo, muy intrigada por su reciente descubrimiento, le miro asombrada y le pregunto por qué piensa eso.
– ¡Por el escudo del jersey, mamá!, contesta sin ninguna duda. ¡Todos lo llevan al otro lado!
Flipé. Estaba totalmente convencida de que su jersey era diferente, y de que el escudo del uniforme iba en el lado del corazón así qué… lo demás venía sólo; su conclusión era intachable, pero errónea.
Os parecerá una bobada, porque lo es. Pero el Señor aprovechó esta pequeña anécdota para que yo entendiera que en la vida muchas veces nos pasa esto mismo.
Vemos y juzgamos los hechos ajenos desde una perspectiva que no nos permite acertar. Nos parece que es lo mismo pero -como mi niña- nos equivocamos.
Cuando nos cueste entender al de enfrente, procuremos ponernos en su piel. Ver la situación desde su vivencia, desde su contexto en lugar de hacerlo desde el nuestro.
Es probable que esto nos ayude a comprender. Quizá no siempre coincidamos en la manera de pensar, de resolver o afrontar un problema; pero seremos capaces de comprender mejor. De empatizar.
Y, si a pesar de ponerte en su piel, no la entiendes: acógela. No has vivido su historia, hay muchas cosas que desconoces y que afectan a esa conclusión que tú no comprendes ni compartes.
Nadie te pide que lo hagas. Lo único que sí te puede estar pidiendo esa persona a gritos es amor, cariño, acompañamiento. Que le recuerdes todas las cosas maravillosas que admiras de su persona.
Porque cuando nos equivocamos, el reproche enseguida llega y lo que realmente necesitamos es una palabra amiga, un abrazo que consuele.
Curiosamente, también me sirvió para crecer en humildad. Abrazar la cruz, el sufrimiento, el dolor: aunque no lo entienda. Descubrí en un instante que yo era esa hija mía hablando con Dios; queriendo entenderlo todo desde este lado de la historia, sin tener en cuenta que lo que yo veo es reflejo de la realidad total que Dios ve.
Me entró la risa después, me reí también con el Señor. Me imaginé perfectamente la escena… solo que esa vez mi niña era yo. Vi tan claro ese abismo de sabiduría entre el Creador y nosotros… que me reí al querer aplicar la lógica humana a las situaciones de la vida.
Qué cierto es que ¡sólo vemos la parte de atrás del tapiz! Los nudos y nudos feos… pero todo es para bien, y si nos fiamos de Quien lo cose con amor, al final de los tiempos lo veremos la Obra maestra ¡y daremos gracias a Dios por todos y cada uno de esos nudos!
Precioso Ines! Me ha encantado y qué cierto…y que mona tu hija 🤣🤣🤣
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Es bonito ver cómo siendo tan peques son ya instrumentos de Dios para nosotros. Gracias Loreto!! Un abrazo
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