¿Cómo puede ser que la mayoría de los matrimonios no duren más de 11 años?

Novia radiante, preciosa. Es maravillosa, guapa, irradia una felicidad indescriptible; está enamorada y quiere a su futuro esposo más que a nadie en el mundo.

Él: elegante, bueno, cariñoso, siempre atento,…sólo tiene ojos para su amada y por eso está camino del altar, del «sí quiero».

Llevan tiempo preparando cada detalle del día más bonito de sus vidas, quieren que sea un día muy especial porque van a unir sus vidas para siempre y desean que todo sea perfecto. Pasarán de un «tú y yo» a un «nosotros». Van a formar una familia y todo es felicidad, en sus corazones no cabe más gozo.

Pero resulta que hay matrimonios que duran lo que dura su viaje de novios, otros se divorcian en los dos primeros años y la mayoría no llega a los 11 años. Las cifras deprimen un poco.

Y como esto puede desanimar a muchas parejas a comprometerse, porque parece que una vez que te casas todo va de mal en peor, quiero transmitirles esperanza y alguna idea para que su matrimonio sea no sólo para siempre sino la mejor decisión de sus vidas.

Casarse merece la pena y mucho pero hay que hacerlo bien. Ahí os dejo 4 ideas para saber si es el definitivo:
  • 1. ELIGE BIEN CON QUIÉN TE CASAS

  • No vale quererse o llevar muchos años juntos: hay que tener un mismo proyecto de vida, compartir los mismos principios, coincidir en temas esenciales como los hijos, el tipo de educación, y para mí esencial: creer que no existe en el mundo entero nadie mejor que la persona con la que te vas a casar.
  • No hay puntos intermedios: si crees que el marido/mujer de otros son unos benditos o son un «caso único», y que tu novio «tiene sus cosillas pero ya cambiará…»: TE EQUIVOCAS. Nunca cambian, van a peor.
  • Todos los matrimonios son especiales.
  • Si ves a tu pareja como alguien a quien quieres pero no te entusiasma estar con ella, hablar hasta el amanecer o sorprenderle cada día; si te aburren sus conversaciones o crees que antepone el gym, los amigos o el fútbol a estar contigo: SAL CORRIENDO Y NO TE CASES.
  • 2. NO HAY PUERTA TRASERA

    Tened ambos muy claro que estáis de acuerdo en apostarlo todo. El matrimonio es una alianza en la que, pase lo que pase, luchareis juntos hasta el final de vuestros días porque os queréis con un amor tan grande que puede con todo.

    Y por eso vais a cuidaros cada día. Romper la rutina de vez en cuando, echaros piropos, sorprenderos, un fin de semana al año en un sitio romántico…

    Pero también no criticaros (ni siquiera pensar mal del otro), confiar siempre en que cada uno hace todo lo posible por hacer maravillosa la vida del otro, y cuando veamos que algo falla: hablar del tema. Lo que no se dice en alto y con cariño, el otro no puede saberlo ni lo intuirlo.

    3. LAS CRISIS MATRIMONIALES SON BUENAS

    No existe ningún matrimonio en este mundo que no haya pasado por un momento difícil, por una crisis matrimonial. No somos perfectos así que los motivos son infinitos, lo importante es identificarlos, hablarlos y buscar una solución juntos sabiendo que toda crisis TERMINA BIEN.

    Los dos queréis estar juntos y encontraréis la fórmula adecuada: es cuestión de tiempo, humildad, perdón, diálogo y ponerse en la piel del otro para entender su postura.

    No está de moda «aguantar*». Por eso cuando llega una crisis y lo estás pasando realmente mal, las personas con las que te rodees serán decisivas para ayudarte en la reconciliación o para meter cizaña hasta que vuestra relación explote y termine. BUSCA BUENAS COMPAÑÍAS QUE TE AYUDEN.

    4. RESPETO MUTUO

    Siento decirte que sí en algún momento durante el noviazgo os habéis faltado al respeto: gritos, insultos, mentiras, medias verdades, celos exagerados, humillaciones, desprecio delante de otros, desconfianzas… ES MUY PROBABLE QUE TÚ MATRIMONIO NO FUNCIONE, TE MERECES A ALGUIEN MEJOR.Los hay que sí, pero para que el amor dure por siempre hay que querer al otro y en el amor no hay exigencias, ni desprecios ni gritos. Se quiere a la persona por quien es, también con sus defectos. Por eso debe haber comprensión, diálogo, dulzura, ternura,… vivir siempre buscando el bien del otro.

    Y ya lo dejo. Creo que estos cuatro puntos son esenciales. Podría meter más pero no quiero un post eterno 😉

    * No me refiero a aguantar malos tratos, si los hay: NO SABE QUERERTE, ALÉJATE.

    ¿Pierdo libertad cuando me caso, cuando tengo hijos, un trabajo…?

    Recuerdo una conversación hace unos años con un amigo que evitaba a toda costa adquirir compromisos, relaciones duraderas, comprarse una casa…; argumentaba que «la única forma de mantener todas las puertas abiertas es no cerrando ninguna».

    Sin embargo, yo lo veo justo al revés.

    Soy más libre en la medida en que mis decisiones me llevan hacia la meta que libremente he elegido para mi vida

    Ahí es donde tengo el convencimiento de que se encuentra mi felicidad, por tanto, cuantas más decisiones tome en esa dirección, más cerca estaré de ser feliz.

    Y esa capacidad para elegir lo que quiero, y no lo que me apetece, es precisamente lo que determina que sea libre o no. Entonces, ¿pierdo libertad al casarme porque dejo de poder elegir al resto de hombres del universo?

    ¡Gano poder estar con la persona a la que quiero el resto de mi vida! Gano una relación única y llena de confianza, gano el formar una familia, unos hijos si Dios quiere, un hogar.

    Lo que veo muy claro es que para ser libre hay que saber lo que uno quiere en la vida y, después, tomar el resto de decisiones en función de ese objetivo final.

    Pero para eso hay que ser capaz de responder a la gran pregunta:

    ¿Adónde quieres llegar en la vida? Cuanto antes lo pienses, más decisiones tomarás libremente.

    Si quiero ser atleta pero el cuerpo me pide fiesta cada noche, y por las mañanas me pide dormir, y «libremente» decido darle al cuerpo lo que pide, ¿hablamos entonces de libertad?

    De hecho, yo ahí veo esclavitud porque querrías salir a entrenar, cuidarte y competir, pero tu cuerpo te domina y no te deja elegir lo que realmente quieres. Desde mi punto de vista, te reduces a tu versión más «animal».

    Porque, ¿qué es lo que nos diferencia del resto de animales? La inteligencia y la voluntad; nuestra capacidad de elegir, de tomar decisiones, de no dejarnos llevar por cada impulso que nos pide el cuerpo sino de escoger lo que realmente queremos.

    ¿Qué piensas tú de la libertad?¿Sabes ya hacia dónde vas en la vida?¿Qué es para ti ser libre?

    ¿Merece la pena casarse?

    Reflexión sobre qué es el matrimonio y por qué merece la pena casarse

    Desde hace ya varios años vemos a nuestro alrededor familiares y amigos que deciden no casarse. Bien por evitar la parafernalia del día de la boda, bien porque lo ven como un mero trámite administrativo (o por la razón que sea). El caso es que como cada vez son más las parejas que deciden no hacerlo, veo interesante reflexionar sobre el porqué yo (nosotros) sí queríamos casarnos.

    Ya han pasado diez años desde el «sí quiero» y recuerdo con tanto cariño ese día que si pudiera lo repetiría cada año (con el mismo novio, eh? ¡Que no lo cambio por nada!).

    Yo no me casé por lo bonito de ese día, ni tampoco porque quisiera vestirme de blanco. Me casé porque sentía un amor tan grande por mi novio que, no sólo necesitaba decírselo delante de todo el mundo, sino que quería dar un paso más en esa relación que hiciera ese amor aún más grande. Ese paso era COMPROMETERME a «querer quererle» cada día el resto de mi vida.

    Quizá esto que se dice tan rápido no se entienda bien sin una breve explicación. El casarse no es solo decirse que te quiero ahora, sino que quiero quererte. Esto es, que aunque te salgan canas, arrugas, manchas, michelines; te quedes calvo o te dejes barba, te seguiré queriendo. Pero no sólo eso, también si enfermas, si te quedas ciego, cojo o mudo. Si al envejecer, el caracter se te amarga y te vuelves quisquilloso, si haces la cama y si no la haces; si lavas los platos o cocinas, y si no lo haces.

    Y quizá penséis, «no me extraña que ya nadie quiera casarse», jaja! Pero es tan bonito y maravilloso saber que mi marido se ha casado conmigo. Él también quiere quererme para siempre. Unas veces seré yo la que gruña, y otras veces será él, pero juntos nos querremos todos los días de nuestra vida. Yo le he entregado mi vida, y él me ha entregado la suya. Es algo maravilloso y que crea un vínculo entre los esposos que no se crea de otra manera. Así que ¡vaya que si merece la pena casarse!

    Y por supuesto, contamos con la ayuda de Dios. Porque hay veces, que «querer seguir queriendo al otro» cuesta mucho. Y Dios hace que esa cuesta sea posible subirla bien agarrados a su mano. Así que no la sueltes nunca, y ¡juntos llegaréis a buen puerto! Aunque a veces no veas la luz al final del tunel, si Él (Dios) va delante, la luz llegará. Ya lo verás.