Me gusta hacer las cosas bien pero es más importante hacerlas por amor

Detrás del perfeccionismo se esconde muchas veces la vanidad de querer hacer las cosas bien, perfectas. Y se nos olvida que el único perfecto es Dios, que nosotros estamos llamados a la perfección (es decir, llamados a Dios) poniendo amor en las cosas que hacemos. Sin amor ninguna obra bien hecha tiene valor porque le faltará lo más importante. Una reflexión sobre el amor, la perfección, la humildad y la sencillez.

Iba a decir que ya sé que a todo el mundo le gusta hacer las cosas bien, pero mientras lo escribía me he dado cuenta de que no. Hay gente que se conforma con cumplir, otros con aparentar que hacen algo, otros con escaquearse lo máximo posible; así que no, a todo el mundo no le gusta hacer las cosas bien, pero a mí sí. De hecho a menudo me paso de perfeccionista.

Por eso esta semana estaba un poco inquieta. Han sido unos días muy ajetreados, con hijos enfermos, muchos recados pendientes, en casa con un follón del patín, y como no podía ser de otra manera, al final del día me encontraba fatal; un día y otro, agotada, con dolor de cabeza y sin poder salir de casa para nada.

El jueves celebrábamos el cumpleaños de una amiga y tuve que cancelar mi asistencia; y lo mismo me pasó con la Confesión. Creo que ya os he contado muchas veces que me gusta confesarme todas las semanas, por un lado porque soy muy consciente de mis tropiezos y por el otro porque sé que sólo con la Gracia del Sacramento del perdón puedo limpiar mi alma y seguir adelante.

Para mí es algo importantísimo porque cuando no me confieso sé y noto que mi corazón está gris; y como ya he mencionado, me gustan las cosas bien hechas. Si voy a ir a Misa y a recibir a Jesús en mi corazón, quiero que esté lo más limpio posible.

Por eso esta semana no me hallaba. Me supone un gran sacrificio no poder confesarme ¡y tener que esperar todavía unos días para poder hacerlo! 🥺 Pero Jesús me ha explicado porqué ha permitido este ayuno y me he quedado anonadada con su infinita Misericordia .

No te preocupes que yo te abrazo

En la Eucaristía, la gotita de agua se diluye por completo en el vino; el Señor “esconde” mis impurezas con su grandeza. Me abraza hasta fundirse conmigo.

No deben preocuparme tanto los tropiezos como poner amor en ellos y ofrecerlos humildemente (como cuando haces algo con cariño -un postre, un cuadro, un trabajo, ¡una mudanza 🤪!, …- y no sale tan bien como te gustaría. Humildad. No somos ni podemos ser perfectos. Es Jesús quien santifica y convierte nuestra vida en perfecto sacrificio en el altar.

Me ha impresionado mucho volver a sentir la Misericordia de Dios con tanta fuerza. Sigo queriendo confesarme pero ahora soy más consciente de que ese “hacer las cosas bien” no sirve de nada si no las hago con amor; si me esmero tanto por ese perfeccionismo, que no sea para mi propia satisfacción porque entonces no servirá para nada.

Es muy importante querer hacer las cosas bien para agradar a Dios, tener el alma limpia para recibirle en la Santa Comunión, pero sin ser escrupulosos, sin darnos demasiada importancia porque lo que Dios valora es lo que sale del corazón, no lo que se ve desde fuera.

Eso sí, sin escrúpulos con las pequeñas faltas, los pecados veniales que no nos separan de Dios. Cuando se tropieza a lo grande, lo mejor es ir enseguida a cualquier iglesia y buscar un confesor; porque cuando estamos en ese estado de pecado mortal, Jesús nos espera impaciente y el demonio nos acecha y trata de engañarnos quitándole importancia para que no estemos junto a Dios.

¿Qué hace la gente que se sienta al terminar la misa?

No sé si te habrás fijado que algunos feligreses cuando se termina la misa, y el cura ya se ha ido, en vez de salir corriendo a charlar o tomar el aperitivo, se sientan de nuevo en su banco y esperan un rato ahí quietos. Hoy pretendo explicarte qué es la «acción de gracias«.

Cuando vamos a misa, si estamos con el alma limpia y comulgamos, recibimos a Jesús en cuerpo y alma dentro de nosotros. Pasamos a ser un sagrario andante.

Si no nos paramos a pensarlo, o nos lo dice alguien en algún momento de nuestra vida, es bastante factible que la misa forme parte de una rutina, de una repetición de acciones en ese día festivo -si no hay un plan mejor- y que pase inadvertido el momento más importante de toda la semana: ¡CUANDO DIOS ESTÁ DENTRO DE TI!

Lógicamente el momento de mayor concentración y silencio suele ser cuando vamos a recibirle y volvemos a nuestro banco, pero a veces ese rato es tan breve que no da tiempo para nada.

Es costumbre en la Iglesia, desde los primeros años, quedarse un ratito después de haberle recibido; unos diez minutos -que es lo que tarda más o menos en deshacerse dentro de nosotros la Hostia- para aprovechar ese momento de tantísima intimidad con Dios.

Piensa que el Cuerpo de Cristo se funde con el tuyo. El Creador del universo se hace accesible para entrar en nosotros, con nuestro permiso, y gozar en nuestro corazón. ¡Se muere de ganas de charlar con nosotros!

Yo casi siempre me enredo en pedir por las personas enfermas, las preocupaciones que llevo, gente que sufre, las almas del purgatorio,… pero este domingo, en la misa de niños, el sacerdote explicó de una manera muy sencilla cómo lo hacía él y me encantó.

Sólo tenemos que recordar la palabra «PAPÁ«, que obviamente resulta sencilla porque está muy relacionada con Dios, que es nuestro padre. Y de ahí fue desglosando:

  • Perdón: le pedimos perdón por habernos distraído, por la discusión tonta de esta mañana con la pareja porque llegábamos tarde, por lo limitados que somos a veces,…
  • Alabanza: lanzarle mil piropos por segundo, no hay nada que le guste más al Señor que le adoremos como merece. Que calmemos su dolor con mucho cariño.
  • Peticiones: aquí va todo lo que yo suelo meter 😉 ¡No olvides pedir en primer lugar por tu marido/mujer, y tus hijos si los tienes!
  • Agradecimiento: tiene todo el sentido del mundo darle gracias a Dios por haberse quedado aquí con nosotros, por la familia, los amigos, la salud,… ¡tantas cosas que llenan nuestro día! Pero sobre todo el regalo de la fe, para mí eso es lo más grande.

Y si terminas muy rápido también hay algunas oraciones escritas por grandes santos para ese momento y que merecen la pena conocer. Te comparto algunas que a mí me gustan especialmente:

ALMA DE CRISTO San Ignacio de Loyola

Alma de Cristo, santifícame;
Cuerpo de Cristo, sálvame; Sangre de Cristo, embriágame;
Agua del costado de Cristo, lávame;
Pasión de Cristo, confórtame;
Dentro de tus llagas, escóndeme;
No permitas que me aparte de ti;
Del maligno enemigo, defiéndeme;
En la hora de mi muerte, llámame;
Y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén

HIMNO ADORO TE DEVOTE Santo Tomás de Aquino

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén

Y la que nos acaba de recordar el Papa Francisco, que aunque se acabe octubre podemos seguir rezándola:

SAN MIGUEL ARCANGEL Papa León XIII

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén

Y eso es todo por hoy.

¿Qué oraciones rezas tú después de misa? Y si alguien puede aportar más información sobre la «acción de gracias» o anécdotas en los comentarios serán muy bienvenidos. ¡Gracias!

¡Me muero de ganas de que llegue el día, mamá!

¡Y llegó la Primera Comunión de mi hija mayor! Algunos detalles que hicieron que este día el protagonista fuera Jesús

Creo que esa fue la frase que más repitió mi hija mayor durante las últimas dos semanas: ¡Me muero de ganas de que llegue el día, mamá!, ¡ojalá se pudiera adelantar!

Y no lo decía por los regalos, ni por el vestido, ni por la comida; realmente se moría de ganas de recibir a Jesús en su corazón, de que llegara por fin el día de su Primera Comunión.

Por eso, cuando el cura comenzó la homilía, no me sorprendió que mirara a las niñas y les preguntara cariñosamente: ¿a que os moríais de ganas de que llegara este día?

Las niñas contestaron al unísono: ¡¡SÍÍÍÍÍ!!, a lo que el cura matizó entre risas: «pero, ¿no se ha muerto ninguna, verdad? Nadie se ha muerto por llegar a este día, les hizo reflexionar: nos morimos de ganas, ¡pero no necesitamos morirnos para que pase!».

¿A dónde quiere llegar este buen hombre?, pensé yo un tanto desconcertada, ¡a ver si ahora a alguna le va a dar un patatús…!, y seguí escuchándole: «¿¿¿sabéis quién se moría también de ganas por estar hoy con vosotras??? Se miraron, y tímidamente contestaron algunas: ¿Jesús?

«Así es. Jesús lleva más de dos mil años esperando este momento, esperando a entrar en tu corazón, para estar por fin siempre contigo. Y se moría tanto de ganas que como la única forma de poder hacerlo era muriendo, ¡lo hizo!; murió en la cruz por ti y por mí, para poder quedarse para siempre con nosotros».

Uffff…., ¡casi me da algo! ¡Vaya razón tiene el curita pensé! ¡¡Esto es muy fuerte!! No lo había visto nunca así, la verdad. Y me pareció tan brutal que aunque el post de hoy ya lo tenía escrito -previendo el finde de celebración-, no podía esperar a compartir esto con vosotros.

¡Y siguió! -¿¡pero aún hay más!?-, pensaba yo ensimismada en mi nuevo descubrimiento-. «¿Sabéis quien es el protagonista hoy?»- les preguntó. ¡En eso todas lo tenían muy claro, jaja!: «JESÚÚÚS», resonó en la capilla.

A lo que el cura contesto: «Efectivamente. Pero Jesús os quiere tanto, que incluso siendo su gran día quiere que vosotras seáis el centro. Quiere que todas las miradas se fijen en vosotras, que los regalos y halagos sean sólo vuestros.

Porque os quiere tanto, ¡tanto!, que desaparece Él para que brilléis vosotras».

Me derrumbó. ¿No os parece precioso? ¡Vaya con Jesús! Ya os digo que la Primera Comunión de mi hija mayor ha sido mucho más bonita de lo que yo jamás habría imaginado. Principalmente porque en verdad Jesús fue el centro para ella y para nosotros y me parecía casi imposible que eso pasara con tantos «adornos».

Ojalá nuestras primeras, segundas, quintas, … (¡las que sean en cada uno!) sean también así de especiales y seamos tan conscientes de la suerte que tenemos de que todo un Dios nos quiera tanto que nos muramos de ganas por volver a recibirle cada día (o al menos cada domingo).

Os deseo una feliz semana, y si os ha gustado el post, os animo a compartirlo y a darle a «me gusta» para que llegue a más gente ☺️. ¡GRACIAS!