Empezamos un nuevo año y todos nos proponemos nuevas metas que nos hagan ser un poco más felices. Pensamos en hacer más ejercicio, comer mejor, viajar… pero quizá nos olvidamos de que la felicidad está más relacionado con la actitud, que con una lista de sueños por cumplir.
EL CAMINO DE LA FELICIDAD
Aún queda mucho para saber si mis hijos serán felices el día de mañana pero, hace poco, pasó algo que me hizo pensar que vamos por buen camino .
Mi hermana vino a verme a casa y quise enseñarle algo en el móvil. Como estaba sin batería nos sentamos en el suelo para que el cable diera de sí, ya que el enchufe estaba muy bajo. De repente, apareció mi hija de 8 años, y según nos vio, salió corriendo de la habitación.
Al minuto volvió con un cojín para cada una, y nos dijo: «He pensado que estaríais más cómodas». Me sorprendió gratamente lo feliz que estaba por ese servicio. Y me recordó estas palabras de Joan Costa: «Vuestros hijos serán felices en la medida en que deseen hacer el bien».
Suena un poco abstracto, pero lo explica con un ejemplo que a mí me llegó al alma. Escena típica en la mesa. Se acaba el agua o el pan y todos miran a un lado y a otro hasta que alguien se levanta, rellena la jarra y al volver dice: «Pero qué pasa, ¿que siempre tengo que levantarme yo?».
No sé a vosotros pero a mí me pasa eso a menudo, y no me percaté, hasta que no lo oí de este hombre, que el mensaje que transmitimos a nuestros hijos con esa actitud es que servir a los demás es un rollo.
Y pienso que pasa lo mismo con quién baja la basura, o quién recoge la mesa, quién se levanta a abrir la puerta cuando estamos todos a gustito en el sofá, etc; si profundizamos nos daremos cuenta de que, si nos cuesta tanto, es porque nos falta querer un poquito más a los demás.
Si quisiera a mi familia más que a mí misma me sentiría feliz de hacer su vida más agradable; me pasaría como a mi hija, que ayudándoles sentiría satisfacción no malestar por romper con mi comodidad. A veces estoy tan pendiente de mis cosas que soy incapaz de ver con qué pequeños detalles -como unos simples cojines-, puedo sorprenderles.
Y puesto que los hijos aprenden con el ejemplo, está en nuestras manos que aprendan a desear hacer el bien, y a disfrutar haciéndolo.
Por supuesto, cuando estemos cansados, y nuestros hijos ya tengan cierta edad, debemos pedirles con cariño si pueden ser ellos quienes traigan más agua, recojan la mesa o bajen la basura; sin olvidarnos de darles las gracias con una sonrisa cuando vuelvan, para que vean que son importantes y se sientan felices por colaborar.
Sinceramente me parece una meta difícil de alcanzar pero creo que, si hacerlo puede ayudarles a ellos a ser felices, merecerá la pena el esfuerzo, ¿no creéis?
¡Me he sentido muy identificada con la escena de la jarra de agua!madre mía,cuánto podemos hacer por mejorar…gracias por recordármelo y feliz año!
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Jaja! A mí me pasó lo mismo! Gracias por compartirlo Lucía 😊
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Está claro que la felicidad no recae en las cosas materiales que les podamos dar! Pero a la vez requiere de mucho más esfuerzo de nuestra parte… a por ello!!!!
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Qué cierto María…con lo fácil que sería comprarles cosas y más cosas! Además, muchas veces las baratas son las que más les gustan, jaja! Pero si nos esforzamos seguro que poco a poco nos va costando menos! Gracias por comentar!!!
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Me encanta👏👏👏
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Gracias Anica!!!
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