El otro día los peques se pusieron a montar el belén «apto para niños». Ese belén con el que pueden jugar con las figuras, que está al alcance incluso de los más pequeños y que cada día van cambiando (¡dándole vida!).
Me chifla porque de alguna manera les acerca también a ellos a lo importante de estos días: Jesús en Belén.
Bueno, pues estaban ahí sacando las figuritas y yo los miraba encantada por la ilusión que ponían en dónde colocar a cada personaje, hasta que algo llamó mi atención. Era una figura muy curiosa, un hombre tiraba con fuerza de su borrico pero éste no se movía ni a patadas. Y pensé en mí y en ese borrico.
Y, siguiendo la línea del post del año pasado: ¿qué personaje del Belén elegirías tú? resulta que este año esa es mi figura, ¡lo vi clarísimo, ja, ja! y os explicaré porqué.
Me veo en ese borrico porque soy muy cabezota, muy lenta en tomar ciertas decisiones aunque vea que son buenas para mí. Y en ese buen hombre veo a mi ángel de la guarda, ¡cómo trata de acercarme a Jesús en el Belén y yo me emperro en liarme con otros avatares!
Yo quiero ir al Belén, ¡claro que quiero ir! Es un bebé precioso y sus padres son adorables pero…, ¿y si resulta que llego allí y me necesitan para algo? ¡Tengo tantas cosas que hacer!, ¡y más estos días! Por eso me resisto…
Pero mi ángel de la guarda no insistiría tanto si no fuera algo realmente asombroso. Y me fío de él porque ya van muchas las veces que está ahí cuidando de mí; pero… ¡cómo tiran las obligaciones!
Pero yo quiero ir a Belén, quiero que Jesús sienta de verdad que en mi corazón es bienvenido, que Él es el Rey de mi vida, no sólo de boquilla sino al 100%.
¿De qué me serviría tener todos los regalos a punto para la familia, la mesa lista, la comida perfecta, etc, etc, etc; si a Jesús, a quien más quiero ¡y quien más me necesita!, le dejo abandonado?
Por eso, esta Navidad le voy a decir a mi angelito que si me resisto, le doy potestad para subirme a un carro y llevarme al portal. Así, sin más, ¡que me obligue!
¡Le cedo mi libertad! Y no lo hago como si fuera algo irracional. Esa libertad me la regaló Jesús y yo quiero regalársela a Él esta Navidad, que sea Él quien la administre porque yo lo hago bastante peor. Y ya que tengo esa opción, ¿por qué desperdiciarla?
Así que os espero a todos allí junto al pesebre. Me gusta imaginarme con todas las personas que llevo en mi corazón allí unidas, conscientes de que ese Niño indefenso es el mismísimo Dios que se hace accesible por amor a ti y a mí.
Ojalá esta Navidad todos nos acerquemos un poquito más a ese bebé y descubramos el gran regalo que nos tiene preparado. Porque cuando lo hagamos, el resto de preocupaciones y tareas nos darán igual, y saldrán solas, ¡ya tendremos lo importante!
Os deseo una muy feliz Nochebuena, ¡donde no falten villancicos!, y una muy especial Navidad junto al Niño Jesús.
¿Ya sabes con qué personaje te quedas tú esta Navidad?