Dios no me pide imposibles

Esta frase ronda mi cabeza cada dos por tres en estas semanas de confinamiento: «Dios no me pide imposibles» porque es que os prometo que muchos días siento que no llego, que desbordo, que conmigo ha debido equivocarse porque yo para esto no valgo. Ya no puedo más.

Por las mañanas me levanto como una piedra -manos, brazos y piernas totalmente agarrotadas- me cuesta mucho arrancar (imagino que mucho tiene que ver el no poder salir a caminar). Pero mis hijos se levantan como rosas, con una energía que ¡ojalá se pudiera compartir! Así que desde antes de poner un pie en el suelo siento mi pequeñez y su capacidad.

Son niños maravillosos, la verdad es que no me puedo quejar: buenos todos y cada uno de ellos, «de altar» (os lo prometo); pero llevan mes y pico encerrados y sobre todo la pequeña, que es bastante movidita, ya no sabe por dónde salir: patinete por el pasillo, luego una pelota que acaba estrellada en un cristal, salta que te salta en el sofá (el contrabajo de la mayor acaba partido)…

Y podría seguir horas, pero no puedo reñirle (bueno, en el momento sale un buitre de mis entrañas que se la comería, jeje), le regañó un poco y luego le pido perdón porque la culpa no es suya… ¿qué puede hacer una niña de 3 años encerrada tanto tiempo? ¡Volverse loca!

En fin, volviendo un poco a la reflexión de hoy, de que Dios no pide imposibles, ni a mí ni a nadie, NUNCA; creo que es muy importante que nos lo recordemos a menudo. Yo ahora ya, empiezo el día mirando a la Virgen con cada de complicidad, le levanto las cejas, y le dejo caer un «¡hale, pues a ver tu Hijo que tiene para hoy!».

Y luego, cuando empieza el jaleo de las tareas: mamá por aquí y por allá (a más no poder); que si «este enlace no funciona», que si «qué tengo que hacer de mates» o que «no encuentro la goma»; «mami es que «me aburro», «no lo entiendo», «esto no me gusta», «mamá ¿puedo usar el iPad?», «¿puedo tv educativa?», «pero ¿y yo cuándo me conecto a la clase mamá?», «mami, y ¿puedo poner el yutúf?» …

Y todo esto con la pestaña pegada al ojo, en pijama, sin desayunar y con unos pelos de loca que no me reconozco ni yo, jaja!

Es que, de verdad, que yo ya miraba al cielo y decía: «¿es una broma?». En serio, muy graciosos los memes pero lo del teletrabajo (mi marido out), la casa, la comida, profe de cuatro cursos distintos (de todas las materias), la compra, aprovechar para charlar con los hijos, para ordenar, para las manualidades, para rezar en familia, cocinar, lavar la ropa, fregar, … y no digamos ya cuando me llega lo de museos virtuales gratis o documentales educativos ideales para el confinamiento: ¡me parto de risa!, ¡que aquí no nos sobra ni medio segundo para nada!

Pues eso, que una va tirando hasta que ya no puede más y le dice a la una que hoy no hay mates, al otro que si no funciona el enlace no se hace el ejercicio y a la otra (la de 3) que coja el iPad, la tv educativa, los pinceles y lo que le de la gana. Yo queridas familias he tirado la toalla con los deberes.

Que cada uno haga lo que pueda pero yo he llegado a mi límite y prefiero un cero como profe, que un cero como madre y esposa. Así que ahí lo dejo. Y ahí es donde he descubierto que a mí Dios no me pide todo esto.

Me quiere alegre, divertida, juguetona y paciente; me quiere con mis niños -y con su papi cuando deja de trabajar. No quiere una casa súper limpia y ordenada (que no lo está, jaja!), ni unos hijos de sobresaliente. Quiere paz, en la medida de lo posible, y para eso es fundamental que yo NO me sienta desbordadísima.

Así que desde hoy, empezamos un nuevo confinamiento (que hasta ahora tampoco ha sido un horror, pero yo acumulo mucho y cuando reviento… ¡ay cuando reviento!: salpico pa’ todos lados).

Y lo más importante: sin remordimientos. Intentamos rezar en familia pero hay días que se hace imposible; intentamos no enfadarnos (pero a veces también se hace difícil); intentamos que la dieta no sea muy mala (pero nos esforzamos poco: si hay tanto a lo que renunciar, también hay mucho que compensar, jaja).

En fin. Que no somos perfectos, ¡no necesitamos ni debemos aspirar a serlo!; somos una familia muy normal y corriente, quizá con más limitaciones que otras por el número de hijos o las circunstancias personales, pero oye: yo miro al Cielo y Dios sonríe conmigo.

Y eso es lo único que debe importarnos. ¿Lo demás? ¡DIOS SE OCUPA!

Espero que estéis bien, me acuerdo de pedir por todos los que me leéis (y también por los que os gustaría pero la vida no os da para más). ¡Un abrazo y ánimo!

Pero doctor…¡si yo no tengo estrés!

¿Necesitas que el día tenga 48 horas?, ¿sientes que no llegas a todo?, ¿vas corriendo a todas partes? Bienvenidos al club de esas personas hiperactivas, que no descansan ni un segundo y que hacen dos cosas a la vez, mientras piensan la tercera.

5.45h: ¡arriba!; 5.50h: me ducho mientras repaso qué tengo en el día: «Veamos, ¿qué día es hoy…? Martes 21…, ¡Uy! ¡Que no se me olvide que la peque tiene la revisión!, -tengo que coger la vacuna de la nevera, ¡menos mal que ayer se acordó de comprarla el amore!-. Mmm, ¿y qué tenía yo los martes por la tarde? ¡Ah!, ¡sí!, la mayor tiene música -tengo que avisar a mi hermana para que hoy la lleve ella, porque el niño empieza natación y, si no, no llega; y casi que le voy a decir que le compre algo de merienda y así una cosa menos…-.

6.15h Desayuno. ¿Escuchando la radio? Obviamente no…: «¿Qué cenamos hoy? Buf…, creo que hoy va a ser día de cena fácil, saco las croquetas del congelador y listo. A ver que mire el menú del cole…., comen lentejas y croquetas, ¡vaya hombre, siempre me pasa lo mismo! Igual podría hacer una tortilla de patata…, ¡les gusta tanto!; ¡ay, no!, ¡si no quedaban huevos! -a ver si a mediodía me da tiempo a escaparme un momento al super-.

6.40h ¡Anda! ¡Que se me hace tarde! Voy a lavarme los dientes y a despertar a los peques.

6.45h Niños arriba. Mientras se visten yo me arreglo y sigo repasando las cosas pendientes.

7.45h «¡Chicos!, ¡hay que irse! Venga…, ponte el abrigo, ¿y esa cara tan sucia? ¡Vuela a lavártela!; ¡ay Señor que no llegamos…! !Vengaaa!! ¿Tu mochila?, ¿y la de deporte?, ¿¡cómo que no la encuentras!? [no sigo que ya sabéis cómo continúa, jaja]

8.00h Parada. En cuanto suben salgo corriendo para llegar a trabajar y cuando me siento en la oficina: ¡por fin respiro!

Llevamos una agenda de locos en la cabeza, llegamos al trabajo a las 8.30h de la mañana reventados y ¡el día acaba de empezar! Es verdad que vestir, desayunos, etc con niños es agotador, pero si a eso le sumas el ir pensando sobre la marcha tantísimas cosas…, llega un momento que el cuerpo dice basta.

ORGANIZACIÓN

¡Queremos llegar a demasiadas cosas! Y si no te lo ha dicho nadie antes, te lo digo yo ahora: ¡NO DA TIEMPO A TODO! En realidad me lo digo a mí misma, no os enfadéis, pretendo hacer en pocas horas lo que llevaría días y así voy…, unos días genial, creyéndome hasta que soy superwoman, y otros que no hay quien me aguante porque he explotado y claro: «es que me siento sola», «es que no llego a todo», «es que…».

«Es que» nada: es que el domingo es un muy buen día para sentarnos los dos en la cocina y pensar el resto de la semana: menús, lista de la compra, extraescolares, médicos, recados, tutorías, etc. Pero claro… todos los domingos queremos aprovecharlos para quedar con unos y con otros, y no da para nada más.

Que está genial hacer planes, pero un rato del fin de semana hay que reservarlo para esto porque si no creo que no levantamos cabeza. Ya os contaré si nos funciona…; y si tenéis la fórmula mágica o probáis esto y os encaja, por favor decídmelo en los comentarios 😉

¡FELIZ VIERNES!