Empieza la cuenta atrás… ¡Es acercarse la Navidad y mi corazón se pone a mil! Sé que va a ser una Navidad especial, cada año lo es. Una Navidad única e irrepetible en la que Dios tocará mi corazón y lo llenará de su paz. ¡Estoy tan impaciente!
¡Cómo me gustaría que tú la vivieras igual! Que por un rato miraras al Niño Dios y te dejaras ver con sus ojos, que te dejaras querer por él.
Porque fliparías tanto… que todo lo demás te daría igual. El amor lo puede todo, y el amor de Dios todavía más! Sí, sí, de Dios; el mismo que creó el universo y estos atardeceres maravillosos, y el milagro de la vida y la belleza del Otoño.
Ese Dios que se ha hecho un niño, ¡pudiendo vivir como Dios!, para que nos atrevamos a hablarle, a acariciarle sin miedo, sin rencores… porque ¿quién se asusta ante un bebé? ¡Son tan adorables, tan inofensivos!
¡Acércate! ¡Achuchale! Te está esperando!! Espera TU abrazo.
Este año el mío va cargado de agradecimiento porque cada año me parece más brutal el misterio de la Navidad.
Gracias por hacerte uno de nosotros y elevar así nuestra condición humana a la divina. Gracias por pasar frío en Belén, por esa cuna de paja, por elegir un sitio pobre en el que todos nos atrevemos a entrar.
Desde los pastores hasta los tres reyes magos. Todos sentimos que somos bien recibidos en Belén. Nadie sobra. En un castillo habría sido distinto… (al menos yo, me sentiría fuera de lugar). Pero en Belén, ¡ahí no se puede estar mejor!
¿Y tú quieres quedarte fuera?
¡¡Te echaremos tanto de menos!! Sobre todo Jesús, que ve tu corazón y desea ardientemente abrazarte y llenarte de Paz. Sabe lo que quieres, lo que necesitas, …
¿A qué esperas? ¡Coge tu regalo! ¡Claro que no te lo has ganado! (Los de los Reyes tampoco y bien que los abres, je,je!). No te agobies que aquí todos somos igual de indignos pero el amor no entiende de justicia. Sólo busca el bien del amado y Dios te quiere tanto… que quiere darte el mejor de los regalos: su amor, su ternura, su perdón, su salvación.
Y si no sabes por dónde empezar, ¡yo te ayudo!
Lo primero es que seas tú. Quítate esa máscara de autosuficiencia, de inteligencia, de belleza, de víctima, (de lo que sea) y cierra los ojos. Piensa en Jesús y cógelo en brazos (como lo harías con tu sobrino, con tu hijo o con tu hermano). Y después, abre tu corazón y deja que ahora sea Él quien te abrace.
¿Sientes como yo que con Jesús no hay barreras? No hacen falta palabras. Sabe todo lo que has sufrido, lo que has vivido, lo que has padecido injustamente… porque lo ha vivido contigo.
Por eso en esta Navidad viene a consolarte a ti, sólo a ti. A sanar las heridas de tu corazón porque sabe que estás cansado, que necesitas de su amor y Él está deseando dártelo.
Ojalá hoy hayas podido abrir tu corazón y puedas disfrutar en pocos días del gran regalo que supone que Dios nazca en tu corazón.
Último domingo de Adviento… queda mucho por preparar pero aún hay tiempo. Pon a punto tu alma, que es lo más importante, y deja que esta Navidad sea TU NAVIDAD.