Cuando el agresor es alguien a quien quieres

Cuando uno de tus hijos muerde o pega al hijo de una amiga en la guarde sientes la necesidad de compensar a ese niño, de alguna manera te sientes culpable de lo que ha pasado, aunque comprendes que son niños y su inmadurez puede jugarles una mala pasada.

Pero cuando alguien a quien quieres sufre las consecuencias del mal hacer de otra persona, y lo pasa realmente mal, sufres por ella porque no sabes cómo ayudarla y es aún peor cuando se da la casualidad de que, la «agresora» también sea alguien cercano.

Hace poco descubrí el desgarro que supone en el corazón el que alguien a quien aprecias provoque dolor en otras personas aunque no lo haga a propósito; mi primer impulso fue enfadarme con esa persona por no hacer las cosas bien, ¡la comprensión no es la misma que cuando son niños!, pero después entendí que aquí torpes somos todos.

«Reparación»

Ya sabéis que no soy teóloga y algunos términos «religiosos» se me escapan (digo algunos por no decir todos, ¡ja,ja!). Bueno, pues hoy quiero hablaros de uno de ellos: «reparar por los pecados propios y de los demás». Y es que, hasta que no lo he «experimentado» (en otro contexto) no lo he entendido.

Porque esta situación, curiosamente, me llevó después a darme cuenta de lo que significa reparar por los pecados que otros hacen: si a mí me desconsuela esta situación, no puedo imaginar lo que estará sufriendo Jesús al ver los horrores que se comenten cada día ¡incluso dentro de su propia Iglesia!

No puedo quedarme de brazos cruzados. Necesito hacer algo. Reparar, sanar esa herida, pero ¿cómo?

Rezando más, siendo yo más fiel a mi vocación. Examinando con lupa mi vida para ver si no estaré yo también maltratando con mi mal hacer a otras personas (¡o a Dios mismo!). Llenando mi vida de miradas al cielo para pedirle perdón a Dios por aquella metedura de pata que causó dolor a mi amiga, sí; pero también por las que yo hago ¡sin ni siquiera ser consciente!

Rezando y mortificándome. No me refiero a fustigarme hasta sangrar, no os vayáis a escandalizar, jeje. Hablo de ofrecer las contrariedades, de comer un poco menos, acostarme a la hora prevista, morderme la lengua si pierdo la paciencia con los niños…, y de no volverme loca si por lo torpe que soy no consigo hacer nada de lo propuesto.

Porque sé que esos pequeños sacrificios, hechos para agradar a Dios y consolar su corazón herido, alivian su sufrimiento y me acercan a Él; porque suponen renunciar a mí misma dejando más espacio en el corazón para Dios; porque quiero sufrir con Él y que no se sienta solo.

Ahora comprendo mejor por qué el Papa san Juan Pablo II, y sus sucesores, han pedido perdón públicamente por el mal cometido por la Iglesia en todos los tiempos. No cambian en nada los hechos, y es desolador que sigan pasando algunos horrores, pero es una necesidad pedir perdón, expresar el dolor que sientes por lo ocurrido.

Hoy me doy cuenta de la responsabilidad que tengo, ¡que tenemos cada uno de nosotros! de ser buenos hijos de Dios, porque de lo que tú y yo hacemos en nuestra vida depende en gran medida que otras almas se acerquen o se alejen de Dios: ¡representamos a su Iglesia!

¿Te ha pasado también a ti alguna vez que el agresor fuera alguien a quien quieres? ¿Cómo fue tu experiencia?

¿Pero dónde está Dios ahora que tanto le necesito?

Amar a Dios cuesta. Cuesta sobre todo porque nos encanta culparle de todo lo malo que pasa en nuestra vida: enfermedades, accidentes, incomprensiones, humillaciones, malos tratos, …

¡Y no creáis que yo soy la excepción! También a mí me cuesta aceptar que lo que me pasa Dios no lo quiere.

¿Si Dios no lo quiere, por qué no me lo quita? Es todopoderoso, ¿no? ¡¡Pues cúrame!!

Pero no lo hace, y eso, en momentos de bajón es un blanco muy atractivo para el demonio. Intenta desesperanzarme, alejarme de Dios metiendo dudas en mi corazón.

Como ya os hablé en este post, Dios no quiere las cosas malas, las permite, pero no nos abandona nunca y, cuando algo así nos sucede, se vuelca con nosotros como una madre lo hace con su hijo enfermo. Nos abraza y lleva nuestra cruz por nosotros.

Bueno, pues como yo soy muy lerda para creer sin más que Dios es bueno, -por mi dureza de corazón, por mi falta de fe, por mi cabezonería… ¡qué se yo por qué!-; el caso es que hoy he estado charlando con Dios un rato sobre este tema y me ha dado una pista:

– «No imaginas cómo es eso de que Dios es bueno y te quiere. Mira a tu marido: ¿es bueno?»

Para quienes no le conozcáis os adelanto que mi querido esposo es impresionantemente bueno.

Entonces le he contestado:

– «sí…, bien lo sabes: es un cielo».

Y va y me suelta:

– «¿y dónde crees que estoy yo mas que en tu esposo?».

Aún estoy flipando, y puede que se me haya ido la olla por completo pero más o menos el mensaje que he captado es que cuando él me cuida, Dios lo hace a través suyo; cuando una amiga me abraza, también Dios está ahí. Cuando un desconocido te llama ¡guapa! (a mí no me pasa, pero igual a ti sí, jaja!) ¡también es Dios sacándote una sonrisa!

También nosotros somos instrumentos a través de los cuales Dios expresa su amor a quienes nos rodean.

¡Y lo mismo al revés! De nosotros depende el decir ese «te quiero», cuando sentimos que queremos a alguien; hacer una llamada o dar un abrazo a quien lo necesita. Porque a veces nos lo callamos por orgullo, porque «siempre lo digo yo», «no se lo merece», «no me atrevo»,…

Dios respeta nuestra libertad, pero no deja de encender en nuestros corazones llamas de amor, para que seamos capaces de amar y ser amados. Para que Él (Dios) pueda manifestar su amor a los hombres.

Me ha animado a que estos días me acuerde de Él cuando mire a mi marido, a mis hijos, a mis amigos, a la gente que me quiere; y a que vea en sus palabras y en sus gestos los que Dios mismo quiere hacer conmigo.

Yo lo voy a intentar y os invito a hacerlo conmigo…; ¡ya me contaréis el resultado!

¿Por qué no se puede comer carne en Cuaresma?

Imagino que todos alguna vez nos hemos planteado el porqué los católicos no podemos comer carne los viernes de Cuaresma. De hecho, las dudas suelen ir acompañadas de motivos más que razonables para no hacerlo: «el pescado es más caro», «si tengo sobras de carne no está bien tirar la comida», «si me invitan a comer no voy a andar molestando»,…

Entonces, ¿por qué la Iglesia nos obliga?

Tendemos a ver a la Iglesia como una dictadora que impone normas y preceptos a sus fieles, y olvidamos que la Iglesia ¡es Madre! ¡¡Es tu Madre y la mía!! Y como Madre, quiere a sus hijos y trata por todos los medios de ayudarles a llegar al Cielo.

Y en ese acompañarnos al Cielo, la Iglesia sabe que hay unos «mínimos», por decirlo de alguna manera, sin los cuales resultaría muy difícil mantener el trato con el Señor, ser capaces de recomenzar, aprender a perdonar, a amar y a sabernos amados por Cristo.

Que levante la mano quien haría ayuno voluntario en Cuaresma si no fuera obligatorio…

Como una madre obliga a sus hijos a comer, hacer los deberes, llegar a cierta hora por las noches, etc; la Iglesia establece ciertas «normas», para asegurarse de que los católicos hagamos algo de penitencia, como animó Jesús en el Sermón de la montaña, a la vez que nos facilita el cumplir la obligación.

¿Y por qué carne y no pescado?

Dejamos de comer carne los viernes, no porque sea barata, mejor o peor que otros alimentos, sino sobre todo por tradición cristiana. Somos una familia: la familia de los hijos de Dios; y el hecho de unirnos todos, en una penitencia común, hace que nos apoyemos unos a otros, que vivamos una misma Cuaresma. ¡Unidos es más fácil llegar a la meta!

Claro que, no nos serviría de mucho, si ese acto no nos llevara a elevar el corazón a Dios, a recordar que Él es nuestro Padre, que dio su vida por mí en la Cruz porque me quiere; a darle gracias y querer de corazón volver a Él.

¿Qué madre le diría a su hijo, en su cumpleaños, que para comer hay «sobras» porque si no se estropean?

Cuando ponemos amor, nos organizamos para que no haya sobras, para comer arroz a la cubana -que es bien barato- y para hacerlo alegres, sabiendo que vamos todos juntos hacia la casa del Cielo.

Extras:

¿Cómo nació el precepto de abstenerse de carne en los Viernes de Cuaresma?

10 ideas para vivir la Cuaresma en familia