8M: Hoy es tu día, ¡mujer!

Foto de archivo de EFE

8 de marzo. Siempre me quedo con las ganas de escribir unas palabras sobre este día: el Día internacional de la mujer, pero luego no me da la vida para hacerlo y un año más sin decir nada… Hoy lo publicaré!, tarde, ¡pero lo haré!

El 8 de marzo es el Día de la mujer en conmemoración y agradecimiento a todos los que hicieron posible la igualdad de derechos y obligaciones para hombres y mujeres; y en resaltar que tanto unos como otros tenemos exactamente la misma dignidad por el mero hecho de ser personas, sin duda es un logro para la sociedad y para el desarrollo.

Algunos lo consideran como el día para reivindicar, a mí me gusta más dar las gracias y aprender.

Deberíamos salir a las calles para aplaudir a todas las personas -hombres y mujeres- que con tesón, valentía, coraje y determinación dedicaron su vida (y siguen, en muchos países) a una causa de la que hoy nosotras podemos disfrutar.

Por desgracia, todavía queda mucho por hacer; en muchos países en vías de desarrollo la mujer sigue siendo tratada con la dignidad de una rata. También aplaudo hoy por quienes siguen peleando para salvar a esas mujeres y mejorar sus vidas, porque no las han abandonado.

Hoy quiero reflexionar sobre cómo, después de haber conseguido esa igualdad que tanto ansiaron nuestras predecesoras, los principales lobbies de nuestra sociedad desprecian las diferencias entre hombres y mujeres, borrando precisamente lo que más nos diferencia de los hombres (y que no nos hace inferiores ni vulnerables sino todo lo contrario).

Sensibilidad, dulzura, grandeza de corazón, capacidad de comprender y perdonar, de acoger, de amar, de cuidar, … ¡son características que nos hacen espectaculares!, ¿y algunas nos las quieren quitar (parece que sean valores que nos muestran vulnerables). Yo no quiero ser como los hombres, no lo soy ni aspiro a serlo. Y estoy ¡MUY ORGULLOSA DE SER MUJER!

La principal misión de la mujer es ser el corazón de una sociedad que cada día es más egoísta, más pobre y más infeliz.

Y es que somos nosotras mismas las que nos ponemos la zancadilla criticando a quien libremente desea cuidar de sus hijos en casa, quien renuncia a una potencial exitosa carrera profesional para dedicarse plenamente a educar a los hombres y mujeres del futuro. Y, al mismo tiempo, están las que juzgan a quien libremente decide dedicarse a su carrera profesional en lugar de formar una familia.

Es muy loable luchar por la “brecha salarial”, por la “conciliación”, por la “paridad” en las instituciones… pero, ¿de verdad es eso -y no nuestras vecinas que sufren en silencio- lo prioritario en la agenda de las feministas del siglo XXI? Sé que sí y me avergüenzo de ello. Porque siendo así, hemos perdido el norte de nuestra causa: DEFENDER LOS DERECHOS DE LA MUJER. Es como pedir postre mirando a tu hermana que no tiene ni el aperitivo.

Es totalmente incongruente, como lo es el hecho de defender la legalización de la prostitución como si así esas mujeres fueran a ser más libres: ¡ilusas!

¡El 99% de las prostitutas lo hacen obligadas bajo pena de muerte por las mafias!, y del 1% restante (estoy segura) de que no es sino porque necesitan dinero y no ven otra salida.

Yo respeto a quien quiera cambiar la lengua española “feminizando” todas las palabras del diccionario; también a quienes defienden un idioma sin género (niñes) porque consideran que así la inclusión social es mejor. LO RESPETO, PERO NO LO COMPARTO. Eso es democracia.

No entiendo porqué yo no puedo ser igualmente respetada si quiero seguir usando el castellano de toda la vida, ser ama de casa y entregarme a mi familia sin que por ello se me tache de “víctima del heteropatriarcado”

Lo siento pero no. Lo que yo soy es una mujer que prefiere gastar los recursos de igualdad e inclusión social en otros métodos (que a mi parecer) son más naturales y efectivos que obligando a los niños a estudiar un idioma nuevo, imponiéndoles una ideología de género (en la que se favorece de todo menos el respeto a la mujer) y decidiendo por el resto de mujeres de este país lo que realmente queremos y deseamos.

Quizá me haya extendido mucho, lo siento. El tema da para mucho más. Espero haber transmitido bien que lo fundamental para que el feminismo funcione es que primero haya respeto y libertad de opinión sin necesidad de enfrentamientos. Y, por supuesto, que todavía nos quedan muchos países en los que luchar por los derechos de la mujer y el respeto de su dignidad.

¿Qué piensas tú sobre este tema?, ¿ves reflejados en los programas feministas lo que tú como mujer desearías que cambiara en esta sociedad? ¿Te has sentido alguna vez juzgada (o has sido tú la que no ha respetado otras formas de ver la vida)? ¡Conversemos! Os espero en los comentarios!!!

¡Qué ilusión me haría quedarme embarazada!

Jajaja! Sé de más de uno -¡pero sobre todo de UNO, jeje!- que debe estar flipando con el título del post de hoy. ¡Que no me he vuelto loca!

Tengo cuatro hijos, ya lo sé, pero es que me flipan tanto cada uno de ellos que si pudiera, tendría mil. No porque me gusten los niños, ni porque sean una monada, ni porque haga colección de hijos, ni por la foto de Navidad todos ideales, ni porque mi fe me obligue… ni por nada de eso, no van por ahí los tiros.

Cada uno de mis hijos me parece un milagro, un regalo impagable que Dios nos ha dado a mi marido y a mí porque sí. Un tesoro que conlleva una gran responsabilidad y, al mismo tiempo, un gran desprendimiento.

Porque los hijos, mientras son niños, son más o menos «tuyos» (o eso llegamos a pensar), pero la realidad es que sobre todo son hijos de Dios. Nosotros somos meros intercesores, encargados de amarles, cuidarles y educarles en nombre de Dios hasta que maduren.

Para que cuando crezcan, sean personas responsables, buenas, cariñosas, honestas, … santas. Porque, ¿quién a sus treinta, cuarenta o cincuenta años sigue siendo «hijo de sus padres»? A ver, que sí lo somos, pero no es como cuando éramos pequeños y dependíamos de ellos.

Cada vida, cada hijo, se convierte con los años en una persona libre e independiente (en un tú y yo actuales) y en ese momento, los padres, tenemos ya muy poco que decir.

Por eso el hecho de tener ya otros hijos no quita para querer tener más, porque no es un querer de coleccionista (¡pero si ya tienes cuatro! -me dice mucha gente), es un querer a cada uno de esos hijos de forma independiente y única.

Que hayan nacido ya otros hermanos no debería afectar al derecho a existir que tenemos todos. No sé si me explico. ¿Qué culpa tendrá mi marido de ser el quinto? ¿Tenía más derecho a la vida su hermana, por ser la primera en esa familia?

Con lo evidente que es cuando somos adultos (nadie se cuestiona qué número de hermano eres o si tus padres deberían o no haberte tenido), -te quieren por ser quien eres y punto- es curioso lo que nos ciega el materialismo cuando todavía son niños.

Vemos a los hijos como un derecho de los padres, por eso con la parejita, con tres y no digamos ya ¡con cuatro!, vas servido. ¿¡No se te ocurrirá ir a por el quinto!?

Pues yo tengo hijos fruto del amor de mi matrimonio, porque me alucina que de nuestra unión se creen vidas; que de nuestro «sí» o nuestro «no», si Dios quiere, alguien tenga la oportunidad de existir.

¿Y sabes qué? No me perdonaría nunca que Dios tuviera pensado desde toda la eternidad regalarme una de sus criaturas, y que esta no viviera por mi pereza por volver a los pañales o mi egoísmo por vivir más holgadamente.

Lo que también tengo muy claro es que a veces, la ilusión que nos haría tener familia no siempre se cumple, bien porque no vengan, bien porque no convenga.

Cada uno ante Dios debe discernir junto a su cónyuge si es momento de evitar el embarazo o de buscarlo.

Y tan duro es lo uno como lo otro. Y nadie debe juzgar lo que pasa en nuestros hogares. Si deberíamos buscar un nuevo nacimiento en la familia es una cuestión de tres: tu pareja, tú y Dios. Todo lo demás, debe darnos igual.

Por eso, por lo milagrosa y maravillosa que es la vida, ¡nada me haría más ilusión que poder hacer ese regalo a un hijo mío!

Y hasta aquí la reflexión de hoy. ¿Qué os lleva a vosotros a acoger una nueva vida?, ¿cómo veis a vuestros hijos?, ¿habláis a menudo con vuestros esposos/esposas sobre este tema? ¿Y con Dios?

Espero vuestras aportaciones!! Gracias y feliz semana 😉

Mamá, ¿podemos ver la tele?

Los niños suelen ser muy insistentes cuando quieren algo y la experiencia nos dice que hay que ser firmes con los límites establecidos en casa. Pero a veces, es bueno ser flexibles y dar prioridad al disfrute que a las normas.

Son las diez y media de la mañana. Último día de vacaciones para mis niños. Llevan desde las ocho preguntándome sin parar si podían ver la tele (creo que si contara las veces rondaría la centena…).

Y normalmente me enfado. ¡Me molesta horrores tener que repetir mil veces lo mismo! Si he dicho que no, ¿por qué seguís y seguís preguntando? ¡Que no y punto! Es bien sencillo (o eso me parece a mí, jeje).

Ahora son las 11.30h, y contra todo pronóstico: están viendo una peli.

Y no ha sido porque me haya hartado, ni porque quisiera aprovechar este rato para hacer cosas ni porque sea super blanda y les consienta todo.

Va a ser que no. Ha sido algo mucho más fuerte lo que me ha hecho cambiar de opinión: hoy he sido consciente de lo que significa en el Evangelio «pedid y se os dará«; ese pedir como niños… porque yo pido, ¡pero no suelo ser taaaan pesada, jaja!

Hoy el Señor ha querido mostrarme a través de mis hijos a qué se refiere cuando nos dice que pidamos, que seamos importunos, ¡cansinos como niños!

Porque cuando pedimos mucho, Dios se apiada de nosotros. Y hoy me ha pedido que hiciera yo lo mismo… Los niños se han levantado, se han duchado, vestido, hecho las camas, desayunado, recogido, … TODO: sin estar yo detrás de ellos.

Entre medias iban preguntando eso de «¿podemos ver la tele mami?»; y yo, que soy muy determinante con esto de cuándo y qué rato se dedica a las pantallas, he dicho que no las cien veces (si no han sido más). Con mucha calma, tampoco me he alterado, pero muy firme, eso sí.

Y es que oír la voz del Señor en mi corazón con esa fuerza tan arrasadora, diciéndome «ten tú también misericordia con tus hijos» ha sido irresistible.

Porque soy muy exigente con ellos, no cedo ni media; y algo me dice que no es eso lo que Jesús nos enseña en el Evangelio. Debemos educar, claramente; y poner unos límites. Pero también ser flexibles cuando se lo merecen y disfrutar de la dicha de tenerles.

(Ya son las 13h y ahora estamos en el parque). Está siendo un último día de vacaciones muy tranquilo y ordenado -dentro del caos que supone una familia, jeje- porque gracias a Dios estamos disfrutando de tener este tiempo para nosotros.

Mañana será otro día.

Y ahora (20h) por fin consigo dedicaros otro ratito para contaros que hoy he sido muy consciente de lo distinta que es la vida cuando dejamos que Dios reine en ella.

Si voy sola: las normas son tajantes. Si le escucho… Él me dice cuándo soltar un poco esa cuerda y disfrutar. Me recuerda que la vida nos la regala para vivirla felices; no haciendo siempre siempre siempre lo que HAY QUE HACER.

Ese hacer que -por otro lado- nos hemos inventado para amargarnos la existencia.

En fin, ya son las 20.50h y mañana empieza un nuevo curso. Os invito a acompañarme en la aventura de mirar al cielo con las cosas más cotidianas, las de cada día; para ver si Dios tiene algo que decirnos y alegrarnos el día.

Dejar que nos muestre cómo tiene Él pensado para mí este día a día extraordinario. Porque sólo Él puede hacer de nuestra vida una verdadera aventura maravillosa.

Hoy lo mandaría todo a tomar viento

Estoy cansada, eso es una realidad. Y cuando lo estoy mi paciencia baja del menos veinte al menos dos mil. ¿Que si es culpa mía? Pues supongo que sí, ¡siempre que le doy un par de vueltas a las cosas llego a esa conclusión!

Dicho esto y siendo evidente -una vez más- que yo no soy mejor que nadie sino que muy probablemente esté en la cola de las mujeres virtuosas y maravillosas que hay y habrá sobre la faz de la tierra: hoy no puedo más.

Lo he intentado todo: he contado hasta 10 (varias veces; despacio, respirando hondamente), he procurado la técnica del «por aquí me entra y por aquí me sale», le he mirado al Sagrado Corazón que tengo en mi cuarto en plan «a ver qué pasa» y tampoco, así que después de enfadarme con el mundo me meto en mi cuarto a escribir.

¡Mamá! ¿Cómo se sobrevive a la preadolescencia, adolescencia, postadolescencia, loca juventud y ese largo etcétera de fases por las que pasan los hijos?

En serio, que hoy no puedo daros ningún consejo. Estoy perdidísima y no sé por dónde cogerlo. ¡¡¡NECESITO AYUDA!!!

Debe de ser culpa de las vacaciones, que asilvestra a los niños y ahora no hay quien los frene. No sé lo que es pero estoy agotada de hablar para la pared, de que discutan constantemente por bobadas, que todos tengan que opinar sobre lo del resto y que nos den siempre las mil porque aquí no se va ni Blas a dormir.

Y comparto este post tan poco positivo hoy porque quiero pensar que estamos todos así y que leer que alguien pasa por lo mismo que tú, a veces alivia; y que además, aquí hablamos de familia y en las familias de carne y hueso hay días que no sabes por dónde cogerlos.

Sólo tengo una esperanza: que a pesar de todo, soy la mejor madre que les podía tocar. Ah! Esa, y que mañana nos levantaremos y aquí no ha pasado nada, ¡ja,ja! Porque así somos las familias, nos queremos como somos (incluso en días como hoy, jeje!).

Bueno, ya me he desahogado y, aunque seguiré metida en mi habitación para no gritar a nadie, quiero deciros que a pesar de todo, confío en que Dios tiene sus planes y si Jesús llegó a decirle a su Padre «¿por qué me has abandonado?», aquí una no puede ser más que su Maestro.

Así que como yo no entiendo nada, también grito hoy al Cielo; pero ahí los dejo, en la confianza de que todo es para bien y que Él se ocupa de todo (con mi santo marido, que tiene una paciencia de oro).

Pero por favor, decidme que no soy la única a la que sus hijos la toman por el pito de un sereno!!! (aunque tengáis que mentirme…: ¡¡decidme que vuestra casa también es una jaula de grillos, por favor!! ja,ja,ja!).

¿Son vuestras familias perfectas o en todos sitios cuecen habas???