5 ideas para que la Virgen María reine en tu hogar

Los primeros cristianos, después de la Ascensión del Señor, se reúnen junto a María. Ella es su refugio y a Ella confían sus preocupaciones; la Virgen les acoge y escucha: nunca les abandona. Es nuestra madre.

Por eso creo que es muy bueno que en los hogares cristianos sigamos acudiendo a Ella con normalidad, que le cuidemos como se cuida de una madre.

Cuando hay niños en casa, puede parecernos más difícil el vivirlo así que os comparto algunas ideas que pueden despertar en ellos esa familiaridad de forma sencilla y natural.

1.- El rosario es la oración que más le gusta a la Virgen -así lo ha expresado ella en sus apariciones de Lourdes (¡que hoy celebramos!), Fátima, el Pilar…-; por eso, incorporarlo como rezo familiar es una forma segura de blindar nuestra familia contra los ataques del demonio. Así lo aconsejaba san Juan Pablo II.

Me encantó la naturalidad con la que Rosa Pich, autora del libro y el blog: «Cómo ser feliz con uno, dos, tres,… hijos?», contaba en una entrevista cómo en su casa se reza siempre el rosario a las 20.00h; «cada uno reza lo que quiere y participa como le parece y todo con mucha libertad».

2.- Otra actividad que nos gustaría incorporar este año en casa son las visitas a la Virgen en santuarios o ermitas dedicadas a Ella. El sábado es el día de la semana dedicado a María, por lo que intentaremos hacer escapadas matutinas con los peques y saludar a la Virgen en su casa. Y de paso los peques tocan un poco la naturaleza y conocen «mundo» 😅.

3.- La tercera idea es una costumbre de la Iglesia que aprendí en mi infancia y que ahora hago con mis hijos: las tres avemarías de la noche.

Le pedimos que cuide nuestra pureza de corazón, que sepamos amar cada día más y mejor a Dios y a los demás.

4.- La cuarta es la oración del ángelus a las doce del mediodía. A mis hijos les encanta poner la alarma y avisarnos a todos de que es la hora de la Virgen. Son 5 minutos y es una oración muy sencilla que además nos hace sentir la unidad de esta gran familia que es la Iglesia. Todos a la misma hora nos paramos para mirar a la Virgen y unirnos a su sí; me parece precioso. Seguro que a María le conmueve.

5.- Y, por último, el ofrecimiento de obras. La primera acción de mi día es siempre el ¡Oh Señora Mía! Me encanta dejar mi vida en sus manos e intento que los peques me acompañen. Ofrecerle desde el primer minuto todo lo que vaya a hacer en ese día para que, si yo me despisto, sea Ella quien lo presente a Dios en mi nombre y así lo santifique.

Seguro que hay mil formas más de hacer que la Virgen sea de verdad Madre en nuestras familias: las imágenes en las habitaciones, por ejemplo, también nos invitan a hacerle partícipe de nuestra vida familiar. Y el escapulario…, pero de esto hablaremos otro día.

¿Qué otras costumbres conocéis vosotros que puedan ayudarnos a contagiar a nuestros hijos del amor a María?

Le tengo miedo a Dios, miedo a que me haga sufrir

Hace unas semanas, en la sección de «Qué nos dice hoy Jesús» (que aprovecho para invitaros a conocerla), publiqué unas breves palabras sobre la confianza en Dios.

Cuando leí el evangelio ese día, y escuché al cura de la iglesia preguntar si quería yo resucitar con Jesús en la Pascua, con el cambio radical que podía suponer eso en mi vida, sentí miedo. Y me asusté de mí misma por tener miedo a decir que sí.

Me di cuenta de que, aunque la enfermedad me está ayudando muchísimo a estar junto a Dios en todo momento, a sentir su amor por mí, a volverme loca descubriendo todo lo que Dios me ama: ese miedo sólo me demostraba que no me fío de Él. Me sentí decepcionada conmigo misma.

Y una vez más, Dios me habló a través de una amiga que me envió el vídeo que pongo a continuación y que os recomiendo ver. Ese vídeo llegó en el momento oportuno porque lo que más me dolía era sentir esa desconfianza en Alguien a quien debo mi vida, a quien quiero con locura, Alguien que ¡ha dado su vida por mí! ¿Cómo podía dudar?

Era la primera vez que escuchaba a esta mujer, Sor Emmanuel, monja de Medjugorje. Sus palabras me consolaron, me reconfortaron, me dieron mucha paz. Sobre todo al confirmarme que esos pensamientos no son míos.

Sor Emmanuel explica que cuando sufrimos, por el motivo que sea, somos más vulnerables y por eso el demonio aprovecha para meter en nuestra cabeza ideas que nos desesperen: «no merece la pena seguir luchando», «Dios no te quiere porque te hace esto», «si te quisiera no lo permitiría», …; esas ideas no vienen de Dios porque no son, ni de lejos, el mensaje de Jesús en el evangelio.

Ante el dolor y la enfermedad, Dios nos invita a descargar sobre Él nuestra carga: «venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados que yo os aliviaré». Y ¿cómo nos alivia? Nos enseña sus llagas, para que veamos que Él sufre con nosotros, y recoge nuestras penas y las carga en su Cruz.

Y es así. Yo lo estoy experimentando. No es Dios quien me envía la enfermedad, ¡la tendría igual sin Él! Pero contando con su ayuda, en vez de ser amarga, la cruz se hace más suave y puedo seguir adelante, porque Él la lleva por mí y la une a su dolor, me acompaña, sufre conmigo.

Te animo vivamente a ver o escuchar el vídeo. Mientras planchas, viajas o caminas. Te ayudará a ver la Semana Santa desde otra perspectiva mucho más bella: desde el amor.