Eres un regalo para la humanidad

¡Qué preciosidad y qué alegría tengo en el corazón! Acabo de descubrir que SOY UN REGALO DE DIOS PARA TODA LA HUMANIDAD!!! ¡Y TÚ TAMBIÉN!

¿No es el piropo más bonito que se puede recibir? Nunca me había pensado a mí misma como un regalo: soy hija, hermana, esposa, madre, amiga,… ¿pero regalo? Es muy bonito darte cuenta de que eres un regalo para los que te rodean.

Los regalos se preparan con cariño, procurando pensar en quien lo recibirá, ¡a veces incluso el envoltorio se trabaja! Y claro, si nosotros hacemos esto… ¡imagínate cómo piensa Dios sus regalos!

Puedo estar hecha un asquete y no poder con mi alma del fatigón que me acompaña todo el día, pero ¿sabes qué? No me importa. Estoy feliz. Porque Dios me pensó así por el bien de mi alma y por las de las personas que pasan por mi vida. ¡Es tan bonito saberlo!

Y además me recuerda que no soy mi enfermedad, que soy un regalo muy bien pensado; que mi sonrisa mueve montañas y mis palabras de cariño no debo callarlas porque Jesús las pone en mi corazón para regalarlas a las personas que pasan por mi vida.

Y este blog… ¡qué planazo del Señor! A mí, me tiene ocupada, me hace sentir un poco más «útil», me saca del fango en el que me quiere meter la enfermedad y -no menos importante- es un regalo precioso de Dios para quienes lo leen.

Así que imaginad mi gozo… y espera, porque ¡aún hay más! Con mi sí (con tu sí) de cada día estoy haciendo realidad el sueño de Dios, la ilusión que puso en mí cuando me creó y, mientras siga a su lado, continuaré siendo ese regalo maravilloso que Dios pensó en mí para ti.

Por eso no da igual lo que yo haga con mi vida, claro que no, porque este regalo (yo, y tú) ha sido creado para amar y ser amado, así que si lo utilizo para encerrarme en mi dolor y niego mi amor a los demás: me estropeo, dejo de ser yo y mi vida pierde todo su sentido.

Es como cuando se regala un anillo de compromiso: una joya preciosa en sí misma, obvio; pero que al regalarlo, pasa a valer mucho más: porque encierra en él un amor comprometido, el deseo de compartir la vida con la persona amada.

Si se rompiera el compromiso, ese anillo perdería su luz y la sonrisa de quien lo portaba. Seguiría siendo una preciosidad pero si queda guardada en un cajón, ¿de qué sirve tanta belleza?

Por eso podemos pensar que somos la más valiosa de las personas de este mundo porque Quien nos creó pensó en cada detalle de nuestro ser pensando en que quienes pasen por nuestra vida puedan recibir esa belleza.

Obviamente no hablo de belleza exterior sino de todo el ser: los dones recibidos, la historia de cada vida, los logros y tropiezos, heridas y gozos: de todo se sirve el Señor para poder regalar su Amor a través de nosotros a otras personas.

Todos, absolutamente todos los seres humanos somos un regalazo para la humanidad, y si no te lo crees, mira tu vida: ¿no te parecen un regalazo las personas que conoces, que te quieren? CADA VIDA ES IMPORTANTE, aunque haya momentos en los que por la enfermedad, la edad, las circunstancias,… no lo veamos así.

Me parece precioso. ¿Y a ti?

Me siento fatal, ¡soy la peor madre del mundo!

Me está costando aceptar que no soy perfecta…

(¡ja,ja,ja!, después de escribirlo me ha sonado muy absurdo… sé que tengo muchos defectos: ¡NADIE ES PERFECTO!), quizá sea más acertado decir que hoy me está costando aceptar mis limitaciones.

Estaréis de acuerdo conmigo…, en lo de que sabemos que no somos perfectos pero, entonces, ¿por qué me siento fatal cuando se me olvida la fiesta del cole de mi hija o cuando me equivoco de día y no llevo a mi hijo al cumple de su mejor amigo?

Fallamos, no llegamos a todo, nos despistamos, … y lo peor de todo es que eso nos hace sentir que no valemos (o que lo estamos haciendo fatal). ¡Y no es así!

El otro día se me olvidó por completo que teníamos una sesión en la clase de mi hija pequeña; me hacía ilusión verla, le dije que iría: pero se me olvidó.

Ella no le dio la menor importancia. Volvió del cole feliz, me contó que habían ido todos los papás y -riéndose- me dijo con voz de pilla «y tú no estabas, eh?» y después, se puso a jugar con sus cosas como si tal cosa.

A mí casi me da un síncope. ¡Pero qué desastre!!! ¿Cómo he podido olvidarlo? ¡Con lo emocionada que estaba con la función de hoy!

¡Qué mal!!!,¡estarían todos los niños con sus papás menos la mía!

¡Soy la peor madre del mundo!

Me sentí fatal.

El caso es que veía tan feliz a mi niña que no tenía mucho sentido que yo estuviera tan disgustada… Por si acaso, le escribí a la profesora para ver si nos había echado mucho de menos, y me contestó que no nos preocupáramos que había estado súper contenta.

Pero yo seguí dale que te pego a mi cabecita… «¿¡pero cómo has podido olvidarte de esto!? Y mira que la profe nos escribió hace unos días para recordarlo pero» … nada, yo ese día estaba a otras cosas.

¿Por qué nos fustigamos tanto cuando nos equivocamos si ya sabemos que puede pasarnos?

Básicamente porque aunque sabemos que no somos perfectos, no nos gusta comprobarlo. Y mucho menos pensar que hemos fallado a los demás, (o que nos hemos fallado a nosotros mismos).

Pero, ¿sabéis qué? Pensé que tenía que darle la vuelta y funcionó.

Esto me sirvió -¡y mucho!- para reconocer y aceptar que efectivamente me equivoco, me despisto y me olvido; y que no pasa nada.

No pasa nada, en el sentido de que es lo normal; y que -aunque yo no quiera- volverá a pasarme. Y es bueno que lo sepa, que lo acepte y que aprenda a quererme con mis limitaciones.

Y que también lo sepan los que me rodean. Sí: NO SOY PERFECTA Y VOY A FALLARTE. No lo haré nunca a propósito, pero tienes que saberlo: soy limitada. Mucho más de lo que me gustaría pero es algo que no va a cambiar nunca.

Eh! Pero que no es un «yo soy así y así seguiré», eh!? ¡Que no van por ahí los tiros! Me había equivocado así que le pedí perdón a mi niña de 3 años porque se me olvidó ir a su día y era algo importante para ella.

Le dije que lo sentía mucho, porque era verdad. Y porque también es bueno enseñarles a nuestros hijos que no somos perfectos, que nos equivocamos; pero que también pedimos perdón y nos esforzamos por rectificar.

Buscamos soluciones a futuro: Ahora me he puesto los eventos del google calendar, ¡con aviso dos horas antes! Así será más difícil que se me vuelva a olvidar algo importante para ellos (idea de mi amore que es un crack).

Y como a la fiesta ya no podemos ir… lo arreglaremos mañana viendo en casa los vídeos y fotos que he pedido a otros padres de la clase. Así se sentirá querida, tendrá su momento de gloria, y verá que la vida es así y que se puede ser feliz siendo imperfectos.

Que a veces las cosas no salen como uno esperaba y que lo importante es reconocer las caídas y aprender de los errores. Pedir perdón, rectificar, compartir las emociones. Así conseguimos que de algo negativo ¡salgan muchas cosas buenas!

¿Os ha pasado alguna vez algo parecido?, ¿cómo os habéis sentido?, ¿cómo os enfrentáis a vuestras limitaciones personales?

pd. En la línea del tema de hoy, os recomiendo releer:

  1. Eres la mejor madre/padre que tus hijos podían tener
  1. ¡Nadie te pide que seas perfecto!

¡Hasta pronto y gracias por seguir ahí! No olvides compartir si te ha gustado 😉

¿Qué más puedo hacer por ti?

Antes de nada: ¡Felices Pascuas a todos! Acabamos de pasar la Semana Santa y aún estoy conmocionada. Han sido unos días muy especiales, en familia y acompañando lo máximo posible a Cristo: ¡muy recomendable!

El caso es que encontraba el otro día pidiendo por un familiar que está pachuchillo y me entró un poco de impaciencia, hasta el punto de que le solté al Señor que no me parecía de recibo que permitiera esto. A lo que enseguida una voz dulce y calmada me respondió:

«He dado mi vida por él, ¿qué más quieres que haga?».

Me quedé muda. Tenía toda la razón. ¿Qué más se puede hacer que dar la vida por alguien? Me sentí avergonzada, Él había hecho ya mucho más que yo por esa persona y todavía me creía con derecho a reprocharle que no se curara…

Estoy en el camino de aprender a confiar en Dios, en creer de verdad que estamos aquí de paso y que lo único importante es que pronto estaremos todos juntos en el Cielo.

El reencuentro

Ayer imaginé la emoción de los apóstoles, los amigos de Jesús, al verle de nuevo tras la Resurrección. Qué paz sentirían Lázaro, Marta y María al verle llegar. Cómo sería el reencuentro entre quiénes se quieren, entre quiénes han sufrido (Cristo en la cruz, y los otros en la soledad, en la incomprensión). ¡Solo con una mirada se dirían tantas cosas!

Y el abrazo. Yo ayer sólo quería abrazar a Cristo, darle la bienvenida. Él sabe que no me creía del todo que fuera a resucitar, pero es tan bueno que no se enfada, ni me dice: ¡Te lo dije! Me quiere, y se alegra conmigo del reencuentro porque ahora las puertas del cielo están abiertas también para nosotros y pronto iremos todos juntos a la Vida eterna.

Es un abrazo de agradecimiento, de amor, de cariño, de comprensión, de apoyo; es el abrazo entre dos amigos que han sufrido mucho por la Pasión y por fin pueden consolarse y alegrarse porque todo ha pasado ya.

¿Cómo puedo desconfiar de Él con todo lo que hemos pasado juntos?

Ya no queda nada por hacer, sólo queda disfrutar y esperar a la vida definitiva. ¿Cómo ha sido tu reencuentro con Cristo?