La santidad es cosa de unos pocos muy especiales

Imagen de Santa Engracia

Mañana es la Fiesta de Todos Los Santos, de ahí que me haya planteado qué es lo que tiene que hacer un cristiano para ser santo. Porque la mayoría de las referencias que tenemos son de hace siglos y casi todos eran curas, monjas o frailes. Pero si algo hemos aprendido los de mi generación es que TODOS estamos llamados a ser santos.

Pero, ¿qué es un santo?

Un santo es una persona que está en el cielo. ¿Y cómo saber si ha ido al cielo? Después de su muerte se estudian concienzudamente todos los detalles de su vida (y una vez que se confirmen dos milagros concedidos por su intercesión) se proclama que esa persona con seguridad está en el Cielo y es presentada por la Iglesia como ejemplo de vida cristiana para el resto de los fieles.

Hay muchos más santos que los proclamados por la Iglesia pero sólo la vida de los más “llamativos” se estudia y procesa para su canonización. En la fiesta de Todos los Santos celebramos el día de los Santos reconocidos y “desconocidos”.

¿Todos los santos son iguales?

Cada santo es diferente y destacan por cosas distintas, el Señor nos va mostrando diferentes aspectos de su Persona a través de cada uno de ellos; pero en todos sobresale el amor a Dios y a los demás, la confianza en Dios y la humildad para perseverar.

Es muy tentador pensar que la santidad es solo para unos pocos, ¡son ejemplo de vida para los demás! Nos los imaginamos perfectos, muy buenos, sin defectos ni pecados, que se mortifican y rezan mucho… (nada que ver con lo que somos la mayoría).

Pero la santidad no tiene nada que ver con ser perfectos y sin pecado; más bien está relacionado con ser conscientes de nuestra pequeñez y fragilidad para agachar la cabeza, pedir perdón a Dios de corazón y dejar que poco a poco nos vaya moldeando.

Porque la santidad no es algo que podamos conseguir tú y yo: santo sólo es Dios. En la medida en la que tratemos a Jesús, reconozcamos nuestra inutilidad y le dejemos vivir en nosotros, podremos parecernos más a Cristo porque será Él quien viva a través de nosotros.

5 IDEAS CLAVE PARA SER SANTOS:

1. La santidad NO ES PERFECCIÓN. Los Santos son personas, pecadoras como todas las demás. La diferencia está en dejarse ayudar con humildad, obedeciendo al Espíritu Santo y siendo dóciles a lo que el Señor les iba pidiendo. Es reconocer que somos barro y que sólo con Él podemos amar a Dios y a los demás con un amor puro.

2. No somos ni mejores ni peores por ser como somos. DIOS NOS QUIERE HACER SANTOS A TODOS. Nos ha creado así porque nos necesita tal y como somos para poder llevar a cabo su obra en nosotros allí donde estemos, por eso lo importante es la forma en la que nos enfrentamos a nuestras debilidades y fortalezas, no el hecho de tenerlas.

3. Si queremos llegar al cielo tenemos que estar dispuestos a pasar por la Cruz porque la santidad está ahí. No hay amor sin Cruz; no podemos pretender tener una vida acomodada y fácil, sería absurdo: Jesús es nuestro Maestro y Él murió en la cruz, nos dejó muy claro el camino.

4. La vida está llena de contradicciones, de caídas más o menos gordas (a veces MUY GORDAS), pero Dios no nos pide que no tropecemos, sino que nos levantemos SIEMPRE. No nos juzga, sabe lo que pasa en nuestro corazón y nos perdona antes de que se lo pidamos. Solo falta nuestro arrepentimiento, humildad para reconocer en la confesión lo torpes que somos. Sólo así seremos capaces de pedirle ayuda cada día, como niños, sabiendo que sin Dios no somos nada.

5. No compararnos, confiar en el poder de Dios para transformar nuestras vidas ¡sucias y podridas! en ejemplos de santidad para otros. No tenemos que hacer nada porque cada camino es único. Dios sólo necesita que queramos ser santos y actuemos en consecuencia: escuchándole, buscándole, recibiendo los Sacramentos y abrazando el plan que tenga para nuestras vidas, aunque no sea lo que habíamos pensado.

Podría escribir horas, pero quiero que continuéis vosotros.

¿Qué es para ti un santo?, ¿conoces alguno que no sea de hace mil años? ¿Y a algún laico?

Escribe en los comentarios y así aprendemos más en este día tan importante del año:

La Fiesta de Todos los Santos.

¿Por qué ya no pintas?

Hoy me he dado cuenta de una cosa importante. Un defecto que se me pasaba totalmente pero que tiene su importancia porque, sin yo enterarme, ha ido condicionado mi vida muchos años.

No soy capaz de calcular su alcance así que os lo voy a contar en el contexto en el que yo lo he descubierto, para que luego cada uno consigo mismo pueda reflexionar si le pasa lo mismo que a mí en ese o en otros aspectos de la vida.

Os cuento: me gusta pintar desde que soy una niña y he ido a clases de pintura durante algunos años. Nada exigente, puro hobby, pero algo que me permitiera empezar un cuadro y disfrutar con cada detalle hasta terminarlo ¡sin ser obras de arte! Jaja!

Cuando llegué a la universidad no tenía tiempo de pintar. Me dedicaba a estudiar y trabajar para pagarme los estudios así que, poco a poco, fui olvidándome del mundo de los óleos; lo único que nunca dejé de pintar fueron figuras de la Virgen, Misterios, Iconos de la Sagrada Familia para regalos de bodas, comuniones y bautizos de amigos, pero nada más.

Y llegó el 2011, un año muy especial porque nos mudamos a Inglaterra por el trabajo de mi marido y nos organizábamos muy bien (a pesar de tener dos bebés en casa). Yo iba unos días a clases de pintura en la universidad y él tocaba la guitarra con un profesor otros días. Fue muy gratificante.

Retomé la pintura. Disfrutaba dibujando y deslizando los pinceles. Cada día nos enseñaban una técnica nueva y mi confianza subió al ver que los resultados no eran tan horribles, jaja!

Volvimos a España y no volví a coger un pincel. Diré en mi defensa que me aficioné a las tartas fondant para los peques, pero no es lo mismo.

Mi marido me animaba a volver a los pinceles, pero yo tenía un miedo atroz a que no saliera bien, a qué no me gustara el resultado: a no ser buena. A no cumplir las expectativas.

Y he ahí donde, después de muchos años, me doy cuenta de que la única razón que me impide pintar es la soberbia de querer quedar bien, de que todos se admiren con mis obras. ¿Se puede ser más orgullosa (además de imbécil)? Jaja!

Próximo proyecto

Los hobbies están para disfrutarlos, ¡el resultado es lo que menos importa! Nadie nos juzga (y si lo hacen, ¡qué más dará!?). Dejar el placer que supone plasmar un paisaje en un lienzo por miedo a que no guste es, sin duda, una de las mayores tonterías que he hecho. ¡Cómo he podido caer en la trampa!

Aunque no lo parezca, también aquí el culpable es el “patas”, nos mete la desesperanza para que no seamos felices, que no disfrutemos de la belleza de este mundo; ¿no os alucinan los mil colores de un sólo árbol en pleno otoño?

Porque esa belleza nos lleva a Dios, al menos a mí. ¿Acaso no es una obra de arte cada pequeño rincón de este planeta, seres vivos e inanimados?, ¡sólo por eso creería en un Dios todopoderoso y con muy buen gusto!

Bueno, pues descubierto el pastel volveré a dibujar, a pintar y a experimentar; y tanto si queda bien como si queda mal, lo compartiré con vosotros para humillarme un poco y aprender a ser un poco más humilde en esta vida.

¿Os ha pasado lo mismo a vosotros con algo? ¡Cuéntame que me encanta escucharos! Por cierto, y si os gusta el blog ayudadme a difundirlo para que muchos más lo disfruten 😉

Cuando un abuelito se va…, algo despierta en el alma

La semana pasada nos dejó mi abuelito. El Señor se lo llevó de la manera más dulce: mientras dormía. Los que nos quedamos sentimos su vacío pero al mismo tiempo, la certeza de saber que descansa en el Cielo, nos llenó de paz y alegría.

Era un hombre bueno, muy bueno. Y al pensar en su vida, en qué es lo que nos ha dejado su paso por este mundo, ha sido maravilloso ver que todo lo que pasaba por nuestras mentes eran palabras amables, cariñosas, de admiración, de agradecimiento.

A veces nos atormenta la idea de tener que ser «perfectos» para poder ganarnos el cielo, pero ¿sabéis qué? no es esa perfección humana que imaginamos de la que habla Jesús, sino de perfección en el amor, ¡que es al final de lo que nos examinarán!

Mi abuelo era un hombre sencillo, honrado, trabajador. Se conformaba con muy poco, pero no era perfecto, tenía sus defectos como todo el mundo, ¡porque no hay santo sin ellos!, pero ahora relucen mucho más sus virtudes, y sobre todo: su pasión por mi abuelita.

Quiso a su mujer durante toda su vida de una manera ejemplar…, ¡y han sido 94 años! Hay tantos detalles de amor durante cada día que se ve la huella de Dios en ellos, porque humanamente ya os digo yo que es imposible: ¡cumplió con creces su vocación matrimonial!

NUNCA en mi vida les he visto discutir, faltarse al respeto, mirarse con un mínimo de rencor. En su lugar, siempre ha habido atención hacia el otro, miradas cómplices, agradecimientos, detalles de cariño, … y no hablo de un libro, ni de una utopía: ¡yo lo he visto durante toda mi vida con estos ojos!

He aprendido de ellos lo que es el amor de verdad y, como soy consciente de que no todo el mundo tiene la suerte de tener tan cerca semejantes ejemplos de vida, me veo en la obligación de compartirlo con vosotros.

Nunca faltó un gracias en su boca por cada comida que ella preparaba. Siempre atento para servirle, para cuidarle, y para enseñarnos a los demás a estar atentos también y saber mirar y ver los detalles de cariño que los demás tenían con nosotros.

Estoy segura de que él nunca creyó que su vida fuera ejemplar, que pudiera estar dejando tanta huella en los que veníamos detrás, ¡pero ya lo creo que lo hacía!

Sin él darse cuenta nos enseñó a querer, nos demostró que el amor verdadero existe, es real y es maravilloso. Que la felicidad se encuentra en las cosas pequeñas, en el amor humano, en la vida desgastada por y para la persona amada.

Hoy os digo que merece la pena. No es un camino de rosas, porque también salen espinas, porque no somos perfectos, porque en el día a día nos fijamos más en lo que no nos gusta; pero merece la pena porque es ahí donde se encuentra la felicidad y, lo más importante: nuestro camino al Cielo.